arte, pintura, ciencia, anatomía, óptica
Imagen: César Mejías

¿Por qué es tan especial la "Mona Lisa"? El arte y la ciencia nos lo explican

Es difícil entender el valor de ciertas obras cuando las percibimos solo a través de una pantalla, perdiendo el trabajo del artista. Este es el caso de La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, una obra pensada para que su mirada nos siga a través de la habitación.

Por Natalia Pumarino | 2018-12-20 | 11:30
Tags | arte, pintura, ciencia, anatomía, óptica
“Diagnosticaron a Da Vinci con estrabismo tras analizar la alineación de los ojos en trabajos que se cree fueron modelados, en parte, basándose en él mismo”.
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Cuando tenía 15 años, mi mamá decidió cumplir una promesa que me hizo mi padre y que nunca alcanzó a cumplir en vida, pues un cáncer terminal se lo llevó: llevarme de viaje. En ese tiempo yo quería ir a Disney, pero ella decidió que iríamos a Europa a empaparnos de cultura en su lugar. Y fue ahí donde la conocí, con su sonrisa a medias, con sus ojos coquetos y mucho más pequeña de lo que la imaginaba: la Mona Lisa.

Sabía que Leonardo Da Vinci había sido un “hombre universal”. Que había dedicado su vida a estudiar e intentar captar todo el conocimiento que tenía disponible en su época, y si éste no estaba disponible, a esforzarse por generarlo. Mis padres eran médicos y me habían contado que Leonardo tenía estudios en anatomía, en física y ciencia en general, y que había intentado plasmar todo esto en su obra. Así que, lógicamente, verla en persona me generaba gran curiosidad.

Una visita al Louvre

Así fue como mi mamá y yo nos encontramos en una sala del Museo del Louvre tras ver muchas obras impresionantes, pero nos faltaba quizás la más famosa de todas. Yo no podía evitar maravillarme al pensar que estaba frente a las mismas esculturas y cuadros frente a los cuales estuvieron tantos artistas hace tantos años. Ansiosa por ver la creación de Da Vinci, me acerqué a ella, pero no fue cómo yo esperaba: una multitud de turistas furiosos blandiendo sus cámaras –en ese entonces análogas- se empujaban y luchaban por sacar fotos del afamado cuadro, el cual era más bien pequeño, lo que dificultaba la tarea. Pegué mi cuota de empujones para obtener su fotografía y “apreciarlo con calma después” y me fui algo decepcionada.

La foto que luego revelé no reflejaba nada de lo que esperaba de la obra de arte. ¿Y cómo iba hacerlo? Estaba movida, desde un ángulo lateral y se veía el reflejo de algún flash o cámara al costado. Y ahí, entre todo eso, la Mona Lisa seguía con esa sonrisa a medias, aquella en la que Leonardo trabajó tanto para que pudiese ser apreciada con calma desde distintas perspectivas, generando las ilusiones ópticas que tanto estudió, posibilidad que yo no tuve en el abarrotado museo. Me fui decepcionada, sintiendo que el cuadro no era “la gran cosa”. Años después tuve la opción de leer más al respecto y entender de qué me perdí y por qué. ¿Qué es lo que debería haber visto en el museo del Louvre que no vi?


“Mona Lisa”, de Leonardo Da Vinci. Wikimedia Commons.

La obra maestra de Leonardo es una perfecta combinación de arte, ciencia e ilusión óptica. Habiéndome podido detener a observarla con calma, desde distintas perspectivas, tendría que haber podido apreciar cómo la retina del ojo procesa las imágenes, haciendo que el cuadro cobre vida en base a mis propias interacciones con él.

Lograr esto no fue un proceso fácil para nuestro amigo italiano, según publicó el escritor, periodista y profesor de historia Walter Isaacson, en la revista The Atlantic.

Leonardo empezó a trabajar en la obra en el año 1503 y pasó 16 años invirtiendo tiempo, esfuerzos y estudios en ella, hasta cerca de su muerte. Consideremos que en ese tiempo no había Google ni enciclopedias virtuales. No podía tipear “ilusiones ópticas: cómo funcionan”, en un buscador. Debía investigar todo por sí mismo. Para esto, el artista diseccionó rostros humanos, delineando los músculos que mueven los labios, y combinó eso con las matemáticas de la óptica, pues había estudiado cómo los rayos de luz entran al ojo produciendo estas ilusiones que cambian nuestras perspectivas visuales, lo cual también puso en práctica en su versión de La Última Cena.


“La Última Cena”, de Leonardo Da Vinci. Wikimedia Commons.

Así se pintó la “Mona Lisa”

Sobre un tablón de álamo, Leonardo comenzó por aplicar una primera capa de blanco de plomo, en vez de usar simplemente una mezcla de tiza y pigmento. ¿Cómo sabemos esto? Pues en el año 2008, Mady Elias, investigadora del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), dirigió un estudio a la célebre pintura que reveló que esa capa estaba compuesta por una mezcla de 1% de bermellón y 99% de blanco de plomo, en una técnica utilizada por los italianos de la época llamada “glacis”. La diferencia entre Leonardo y sus contemporáneos, es que él utilizó esta combinación en la primera capa del cuadro y no en las capas superficiales. ¿Por qué habría hecho esto?

Esta técnica resultaría mejor para reflejar la luz que pasaría a través de las finas capas de baños translúcidos que el pintor sumaría después, generando así una mayor impresión de profundidad, luz y volumen. Sin duda, sus estudios sobre luz y óptica le habrían dado esta fabulosa idea.

Parte de la luz que penetra las capas de pintura, alcanza esta base blanca y es reflejada de vuelta. Como resultado, nuestros ojos ven el entramado entre los rayos de luz que rebotan sobre los colores en la superficie y aquellos que regresan de su viaje a las profundidades de la pintura. Esto crea sutiles cambios. Los contornos de las mejillas y la sonrisa de La Gioconda están creados por transiciones que varían a medida que la luz en la habitación y el ángulo de nuestra mirada cambian. La pintura cobra vida. Siempre y cuando no haya un turista empujándote para sacar su foto mientras la observas, claro.

Según Isaacson, las investigaciones en óptica de Leonardo mostraban que los rayos de luz no llegan a un sólo punto en el ojo, sino que cubren toda el área de la retina. En la retina la imagen tampoco se procesa de manera uniforme, sino que su centro tiene más agudeza visual que los bordes, motivo por el cual el artista habría trazado finas líneas en las esquinas de la boca de la Mona Lisa. Si se la mira directamente, la retina capta esos detalles y delineados, haciendo parecer que no sonríe, pero si se mueve ligeramente la mirada, su boca se verá más borrosa y dará la impresión de que sonríe un poco.

¿Y si en vez de ciencia, fuera suerte?

Si bien está claro y documentado que Leonardo fue un estudioso de la ciencia, y que se centró particularmente en estudiar el ojo humano, también existe la hipótesis de que podría haber otro aspecto influyendo en su trabajo: un defecto a la vista.

Según publicó recientemente el periódico británico The Independent, médicos de la Escuela de Optometría y Ciencias de la Visión de la Universidad de Londres, diagnosticaron a Da Vinci con estrabismo tras analizar la alineación de los ojos en trabajos que se cree fueron modelados, en parte, basándose en él mismo. Hay pocas imágenes reconocidas del propio Leonardo, pero según el mismo pintor en uno de sus textos, el artista tiende a inspirarse siempre en sí mismo, señalando que “(el alma) guía el brazo del pintor y lo hace reproducirse a sí mismo, ya que al alma le parece que ésta es la mejor forma de reproducir a un ser humano”.

El estrabismo es un problema visual común en el que un ojo mira hacia adentro, hacia afuera, hacia arriba o hacia abajo, mientras que el otro ojo se enfoca en el objeto que la persona observa. Se cree que esta condición habría beneficiado a los pintores, ya que les permite enfocarse mejor en superficies planas y cercanas, y se le ha atribuido a varios artistas famosos, como Rembrandt.

Otras famosas ilusiones ópticas del arte

Da Vinci no ha sido el único gran artista que ha querido jugar un poco con nuestras mentes y darnos algo en qué pensar. La BBC enumera algunos que decidimos destacar, como por ejemplo Giuseppe Arcimboldo, quien cerca del año 1590 pintó Cesta de frutas (cabeza reversible), una obra que a simple vista parece ser una inocente canasta con suculentas frutas, en un típico retrato de naturaleza muerta. Pero, al dar vuelta el panel de óleo, una extraña cabeza aparece, siendo la pera la nariz y las uvas los rizos que enmarcan el rostro, entre otras curiosas similitudes que no se aprecian al ver el cuadro en su posición original. Se dice que la obra de Arcimboldo habría inspirado posteriormente a los pintores surrealistas del siglo XX.


"Cesta de Frutas (Cabeza Reversible)", de Giuseppe Arcimboldo. Historia-Arte.

Otro gran artista que hizo de las suyas es MC Escher, reconocido por obras que desafían nuestra noción de lo infinito, como lo serían sus Manos Dibujando, de 1948. Este artista gráfico holandés obsesionado con las matemáticas y la repetición de patrones, reprodujo en la obra un trozo de papel en el que aparecen una mano dibujando a la otra, la cual a su vez está también dibujando la primera mano, en una suerte de símbolo infinito que parece estar a punto de salirse del papel, cobrando tres dimensiones. El sombreado nos lleva a realmente sentir que las manos se están elevando del papel para tomar vida y seguir dibujándose entre sí para siempre.


“Manos Dibujando”, de MC Escher. Wikimedia.

Y finalmente, otro gran pintor influenciado por la ciencia, fue nada menos que el surrealista Salvador Dalí, quien en los años 50 se encontraba maravillado por los descubrimientos de la física nuclear, lo que lo habría llevado a pintar Galatea de las Esferas, donde esferas de colores que se asemejan a átomos van creando la imagen de su eterna musa, su esposa Gala. El cuadro data de 1952 y ocurrió después de las explosiones nucleares que dieron fin a la segunda guerra mundial.


"Galatea de las Esferas", de Salvador Dalí. Wikiart.org.

Cuando vuelvo sobre mis pasos, quisiera poder devolverme al Museo del Louvre, y recordarle a esa adolescente peleando por tener también su foto, que los cuadros a veces cobran vida por sí solos, pero cobran el doble de vida cuando los vemos en su contexto y entendemos los recursos con los que contaba el artista en ese tiempo y el trabajo y estudios que invirtió en ellos. A veces hay inspiraciones muy concretas que nos llevan a interpretarlos de una manera distinta, y otras, parecen juegos de niños, pensados para confundirnos y cuestionarnos un poco la realidad que observamos. Cualquiera sea el caso, me encantaría poder volver a ver la Mona Lisa con esa calma que fue imposible aquel día de junio. Pero siempre puedo seguir leyendo y maravillándome aún más con todo aquello que la genialidad de Leonardo Da Vinci fue capaz de crear.

¿Qué otros artistas que han hecho ilusiones ópticas en sus cuadros conoces?

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Comentarios
Pablo Torrejón | 2018-12-20 | 12:49
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espectacular artículo! más así por favor.
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Natalia Pumarino | Colaboradora | 2019-01-15 | 17:10
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Muchas gracias, Pablo, significa mucho para nosotros que te haya gustado leer sobre un tema que -personalmente- me parece tan bonito, y cómo lo abordamos =)
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