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Imagen: Rodrigo Avilés

Rasgos del populismo y cómo detectarlos a tiempo

Los populistas han vuelto a los escenarios alrededor del mundo. ¿Cómo detectarlos antes de que sea demasiado tarde?

Por María Jesús Martínez-Conde | 2017-11-02 | 07:00
Tags | política, populismo, populistas, política exterior
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No es ni jamás ha sido una ideología, más bien se trata de “una caja de herramientas para llevar a cabo políticas de cualquier sabor”. De improviso, el populismo ha vuelto a la palestra, ocupando titulares en los medios y apoderándose de los gobiernos de algunas importantes potencias. Mientras unos tildan a otros de “populistas”, pocos entienden a ciencia cierta la definición exacta de este concepto.

Hoy en El Definido buceamos en búsqueda del contenido de esta palabra, objeto de los más acalorados debates, para que cuando tengas a uno enfrente o en la pantalla de tu televisor, sepas identificarlo... y de paso, descartarlo de tus opciones electorales (ya diremos por qué).

¿De dónde salió la palabra?

Primero: nadie se autodefine populista. Segundo: hay varias discusiones y diferencias cuando de definir populismo se trata, pero no entraremos en el detalle, simplemente establezcamos que es una tendencia política que aspira a conseguir el apoyo popular, declarando defender sus intereses y aspiraciones.

Los primeros movimientos o partidos políticos que habrían sido designados como “populistas”, surgieron en Estados Unidos y Rusia, durante la segunda mitad del siglo XIX. En EEUU se trató del Partido Popular, movimiento de granjeros enfurecidos que se oponían al capitalismo duro, y que se llevaban alrededor del 10% de los votos en 1890. Por otra parte, los Naródniki (“populistas”) en Rusia, eran un grupo de intelectuales urbanos que se organizaron en 1860, para incitar al campesinado a revelarse contra los zares (la monarquía).

Poco a poco, el término comenzó a ser utilizado en otras latitudes del mundo, prendiendo a fuego en América Latina a partir de 1930, teniendo varios exponentes de distintas ideologías. Y aunque nunca ha desaparecido, hoy se puso “de moda” de nuevo, ya que últimamente se habla del rápido ascenso del populismo en Europa y Estados Unidos.

¿Qué características tendría un político o candidato populista? ¿Cómo identificarlo?

1. Pueden ser de izquierda o de derecha

¡Hay de todo! El populismo se funda en una forma de narrar un discurso o un grupo de ideas, más que en algún color político particular. En otras palabras: forma, más que contenido. Pero hay una que otra distinción entre los populistas de izquierda y de derecha, según define The Guardian.

Los populistas de izquierda simplemente se enfrentarían a la élite, pero no necesariamente como una “lucha de clases”, al modo marxista. Tampoco suelen tener un discurso progresista o liberal, como otros movimientos de su bando político, sino sencillamente confrontacional.

Los populistas de derecha, en cambio, enfrentarían al pueblo a una élite que acusan de favorecer a un tercer grupo (que en general coincide con una minoría), como por ejemplo, los islamistas, los inmigrantes, los homosexuales o los afroamericanos. Por ello, aspiran al gobierno para esta vez favorecer a la mayoría, excluyendo a estos grupos.

2. “La gente” contra “la élite”

Si hay algo que define a los políticos que pueden tildarse críticamente de “populistas”, es enfrentar a la gente (el pueblo) en contra de una élite poderosa y siempre corrupta. Esa es su premisa base y en ello sostienen todos sus argumentos, explica Bloomberg. Llaman al pueblo a revelarse contra el establishment, pues consideran que sus ideas están obsoletas, son egoístas, ilegítimas y anti democráticas. ¿Y cómo se inicia el conflicto entre ambas partes?

A partir de una demanda que realiza el populista, y que el gobierno es incapaz de satisfacer, pues se encuentra fuera de lo que considera justo o adecuado. Por ejemplo: crear un muro en la frontera de México con Estados Unidos, financiado por los mexicanos, ¿te suena? Entonces el populista se revela, porque “en el estado actual de las cosas” esa demanda jamás será concretada. Este tipo de líderes plantean que la voluntad de la gente debiese primar siempre (pero ojo, que solamente ellos la conocen), y para esto es necesario pasar por encima de todos los acuerdos establecidos con anterioridad y que han mantenido el equilibrio en el sistema hasta ahora.

Pero, ¿quién es “la gente”? Jamás se especifica, es más bien una idea general que pretende apelar a la mayoría (sin que coincida necesariamente con ella), haciendo a veces llamados específicos, por ejemplo, a los obreros, campesinos, estudiantes endeudados o a la clase media. Trump, por ejemplo, se refiere sencillamente a “la mayoría silenciosa”, de la que él es su representante y defensor.

3. Una crisis fabricada y exagerada

No existe una relación directa entre el estado económico vulnerable de un país, y el surgimiento de políticos populistas, aclaran en el World Economic Forum. Más bien, la reacción se genera partir de una percepción de crisis generalizada, que no siempre se condice con las estadísticas financieras; “el país está mal”, dicen muchos, aunque los números digan otra cosa.

Como efecto a esta sensación, muchos ciudadanos se enojan y se enrabian, culpando al gobierno de la crisis, lo que es aprovechado por el líder populista paraexagerar los efectos de esta supuesta situación caótica, y así ganar votantes, llamando a derrocar a la élite. Entonces, estos electores depositan su confianza en el nuevo líder porque dicen no sentirse representados por sus gobernantes.

Así, el líder populista florece cuando forma parte de la oposición a un gobierno. Pero generalmente sufre una “crisis de identidad” cuando llega al poder porque, ¿a quién oponerse ahora? (de todos modos, muchos lo logran).

Cuando llegan al poder resulta sorpresivo; “¿cómo diablos el populista obtuvo el voto mayoritario?”, y precisamente fue porque planteó cuestiones que el resto de los partidos pasaron por alto o minimizaron.

4. Populistas populares

Otro de los rasgos que caracterizan a los líderes populistas, es que suelen ser tremendamente populares. Como la gente siente rabia y enojo hacia al gobierno (las emociones en que se sustenta el populismo), está dispuesta a actuar para revertir las cosas y suele ser muy activa en cuanto al apoyo que le dan a su líder. Hoy eso se traduce, principalmente, en participación online y redes sociales.

Ante eso, muchos medios pueden reaccionar de inmediato, denunciado que existe un líder populista haciendo promesas que no cumplirá, absurdas o que simplemente está faltando a la verdad. Esta amplia presencia en los medios es un arma de doble filo, porque los perjudica (en la medida en que hay críticas), pero también los ayuda, pues se hacen conocidos.

¿Cuál es la mejor estrategia para salir de este embrollo entonces? Culpar a los medios como miembros de una conspiración que intenta aplastarlos.

En HuffingtonPost plantean que los líderes populistas tienen también rasgos de mesianismo. Algo así como el salvador o el héroe que vendrá a salvar a su pueblo de los males que lo tienen aquejado. Un “redentor” de los más humildes, que está del lado de la mayoría y que la representa ante los malos y poderosos. Y bueno, de ahí su popularidad también (¿a quién no le gustaría que existiera Superman en la vida real?)

¿Se puede medir o predecir la posibilidad de un gobierno populista o su éxito electoral? Sí, se puede, aunque hay estudios más confiables que otros (aquí una medición y aquí otra). Sin embargo, lo que todos estos índices señalan, es que no existen muchas diferencias entre los países: el populismo existe en todo el mundo, casi por igual.

5. Promesas, promesas y más promesas

La promesa central de los populistas a la gente es la de devolverles el poder que durante tantos años ha secuestrado la élite. El pueblo se siente excluido de las desiciones políticas, y este nuevo líder promete incluirlo y, es más, convertirse en su voz en el gobierno.

Sin embargo, es usual que cuando el populista llega al poder, construye regímenes totalitarios o muy autoritarios, transformando a sus rivales democráticos en enemigos, incluso muchas veces tienen la intención de eliminarlos del mapa político. Esto es sumamente peligroso, pues puede llegar a sacrificarse un principio democrático fundamental: la alternancia en el poder.

Además, muchas de estas promesas suelen ser demasiado buenas en “el papel”, pero difíciles de implementar: rápidas mejoras, soluciones fáciles y sencillas a complejas crisis, o proyectos ideales imposibles de sostener. ¿Y qué pasa con ellas después? Quedan solo en eso, palabras. Y lo más riesgoso es que se transformarán en una conducta recurrente durante su gobierno.

¿Y por qué evitar el populismo?

El populismo es malo y tiene algo de “bueno” a la vez. Es malo, porque está plagado de promesas que no se cumplirán, y de líderes que polarizarán el ambiente político con bastante agresividad de por medio, lo que puede derivar en abusos de poder.

Hasta hace un tiempo, existía un consenso entre las élites políticas europeas de izquierda y de derecha, respecto a que el populismo era malo, cosa que algunos hoy están relativizando, llevando al poder a líderes que, básicamente, “venden aire”. Por esto, resulta hoy más importante que nunca saber distinguir a un populista, y descartarlo de tus opciones electorales de plano. El populismo es y seguirá siendo malo, porque niega las diferencias de intereses en una sociedad, argumentando que una sola mirada es la correcta y rechazando la legitimidad de sus opositores.

Pero también el populismo “incorpora al sistema a personas que no se han sentido identificadas con la política, y lo segundo es que recoge reclamos que no han sido respondidos”, señala Pierre Ostiguy, experto en el fenómeno y profesor del Instituto de Ciencia Política UC. Ahora, el modo en que se haga esa incorporación o las consecuencias que esto traiga, es ya otra cosa.

A fin de cuentas, el populismo es un elemento propio de la democracia. Como en la democracia participan todos, y ésta es la mayor de sus virtudes, los populistas son parte de la “fauna” de cualquier país. Hay politólogos que los llaman “una patología de la democracia”, que puede ser positiva en la medida en que es una alerta: cuando un populista sale elegido hay algo que no anda bien, por lo que son necesarias ciertas correcciones al sistema político. Funciona como la fiebre, aparece porque algo en el cuerpo no está funcionando, sin embargo lo más dañino no es la fiebre en sí, sino esa infección que aún está escondida.

El populismo es un síntoma de una crisis de representatividad. La mayoría siente que los políticos no la representan y, frente al alzamiento de este líder-Superman, “no le queda más” que darle el voto. Pero si nos educamos, conocemos referentes y tenemos estos conceptos claros, podremos entender la aparición de estas figuras sólo como una alerta, y no caer en la (mala) decisión de darles uno de nuestro tesoros más preciados como ciudadanos: el voto.

¿A quién identificas como un líder populista?

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Comentarios
Varo Cerda Silva | 2017-11-02 | 09:27
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Juan Reyes | Colaborador | 2017-11-02 | 21:48
2
Veo harta tendencia en los políticos a hablar de los problemas, poca a explicar soluciones concretas y casi nula a ofrecer argumentos de peso para sostener sus supuestas soluciones. En tiempos donde tenemos tantos datos históricos, ejemplos de cosas que funcionan y cosas que no, creo que es justo exigir a los políticos más sustancia y menos fuegos artificiales... ¡Interesante artículo!
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Damián | 2017-11-08 | 21:30
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de hecho está la paradoja del polpulista que dice que acabará con el populismo XD
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