empatía, educación, psicología, diversidad, integración, dolor
Imagen: César Mejía

No somos empáticos por naturaleza: la verdad tras “ponerse en los zapatos del otro”

Los últimos estudios científicos respecto a la capacidad de empatizar con otros, indican que no es un proceso instintivo, sino de aprendizaje y mentalización, ¿cómo educar en la empatía?

Por María Jesús Martínez-Conde | 2016-07-07 | 11:35
Tags | empatía, educación, psicología, diversidad, integración, dolor
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¿Qué sentiste cuando un hombre homofóbico entró a una discoteque gay en Orlando y asesinó a 49 personas? ¿Cuando un joven con trastornos mentales entró a la jaula de los leones en el Zoológico Metropolitano y muchas personas aseguraron que debería haber muerto él en vez de los animales salvajes? ¿O cuando te enteras de que una niña fue abusada por su padrastro por primera vez a los cinco años y, de ahí en adelante, se desencadenó un infierno en su vida que sólo la dejó hablar de lo sucedido a los 40 años de edad?

Quizás muchos responderán que dolor, empatía, tristeza o emoción. Hay personas que empatizan fácilmente con el sufrimiento de otros, pero hay algunos que sólo están preocupados por el estreno del último capítulo de Game of Thrones. ¿Cómo lo sientes tú? ¿Como dolor propio o como drama ajeno? Las razones de por qué algunas personas nos vinculamos en mayor y otras en menor medida al dolor de otros no siempre han estado claras.

Hoy quisimos saber qué es lo que dice la neurociencia respecto a la capacidad que tenemos como seres humanos de sentir el sufrimiento de los otros: familia, amigos, cercanos, grupos marginados y desconocidos. Veamos cuáles son las claves para entender estos procesos.

¡No es algo instintivo!

En junio pasado, apareció un estudio que asombró a muchos científicos y sicólogos por las implicancias que podría tener para el entendimiento del comportamiento social de las personas. Tor Wager, autor principal del estudio, declaró: “la investigación sugiere que la empatía es un proceso de deliberación que requiere tomar la perspectiva de otra persona, en lugar de ser un proceso instintivo, automático”.

De acuerdo al estudio de la Universidad de Colorado, publicado en la revista eLife, la capacidad para empatizar con el sufrimiento de otro ser humano, requiere de procesos cognitivos neuronales, los que difieren de los procesos sensoriales que utilizamos para percibir nuestro propio dolor. En simple: el dolor propio lo percibimos de manera instantánea a través de nuestros sentidos, mientras que debemos aprender a ponerlos en el lugar del otro cuando sufre.

Lo revolucionario del estudio, es que antes la neurociencia pensaba que ambos (sentimiento de dolor propio y empatía) eran muy similares y utilizaban, más o menos, lo mismos sistemas para generar las sensaciones. Pero las pruebas recabadas por el equipo de la Universidad de Colorado son fehacientes.

¿Cómo lo averiguaron? Sometieron a un grupo de personas a un nivel de dolor moderado, calor, golpe o presión, mientras medían su actividad cerebral. Luego, esas mismas personas debieron observar imágenes en que se le provocaba dolor a otros, pidiéndoseles que imaginaran que esas lesiones estaban siendo infligidas en sus propios cuerpos. Los resultados fueron impactantes: los patrones cerebrales en ambos casos eran distintos. Cuando los voluntarios observaron el dolor de otros, debieron llevar a cabo un proceso de mentalización para ponerse en su lugar, no se trató de una reacción espontánea.

Las consecuencias de este estudio son bastante profundas. En primer lugar, la investigación nos está diciendo que la empatía es algo que se aprende y que, por lo tanto, depende de la educación que se le otorgue a un niño. En segundo lugar, el estudio revela que quienes sufren de trastornos, como la sociopatía (personas que no conocen la importancia de las normas sociales, producto de una educación negligente) podrían sufrir de corto circuitos neuronales que simplemente les impiden ponerse en el lugar del otro, lo que haría más grave su condición.

Pero… todo cambia si se trata de alguien que amamos

Sin embargo y de acuerdo a otro estudio publicado en 2011, el nivel de empatía que sentimos por otro, depende directamente de cuán cercana es la persona que estamos viendo sufrir. Si es parte de la familia, de los amigos, del entorno cercano, o si es posible identificarse en alguna medida con esa persona, si es un desconocido o alguien que nos genera rechazo; cada uno de estos niveles de cercanía indicaría reacciones diversas.

Este estudio, a cargo de James A. Coan de la Universidad de Virginia, sugiere que quienes amamos se transforman, a nivel neuronal, en parte de nosotros mismos. Sus dolores y sus sufrimientos, en este caso, podemos percibirlos como si los hubiesen provocado en nuestros propios cuerpos. Y esto no es sólo una metáfora y palabras bonitas, se trata de un estudio científico realizado a partir del uso de resonancia magnética: a un grupo de voluntarios se les provocó un choque eléctrico, a la vez que algunos desconocidos y amigos estaban bajo amenaza de sufrir el mismo choque. Las mediciones de la actividad cerebral en el caso del dolor propio y del dolor infligido al amigo, fueron asombrosamente idénticas.

Fundándonos en esta teoría, podemos explicar, por ejemplo, el dolor de una madre al ver sufrir a un hijo enfermo, o cómo muchas personas que han perdido a sus parejas recientemente a causa de una enfermedad, caen en las más profundas depresiones e, incluso, pueden llegar a enfermar también.

De acuerdo a Coan, nuestra identidad está tejida con las de quienes amamos, con quienes compartimos vínculos emocionales. Y esto se configura como una necesidad en nuestras vidas: necesitamos tener amigos y aliados para construir nuestra identidad y, en la medida en que esto sucede, nos hacemos cada vez más similares a ellos, compartiendo también sus alegrías y sus sufrimientos.

Raya para la suma: Necesitamos educar en la diversidad

Estos dos estudios nos están indicando dos aspectos fundamentales para tener claros a la hora de comprender la capacidad de empatía de los seres humanos.

En primer lugar, la empatía es algo que se aprende. No nacemos con la capacidad de sentir el dolor del otro, sólo somos capaces de ponernos en sus zapatos en la medida en que vivimos, tenemos experiencias y nos vinculamos con ellos.

En segundo lugar, cuánta más cercanía tengamos con el otro, mayor será nuestra capacidad de ponernos en sus zapatos. Y precisamente eso es lo que nuestra sociedad necesita: entender al otro, empatizar con sus necesidades y sus dolores. Entonces, cuanto más conozcamos los diversos grupos sociales y mas nos dediquemos a vivir para los otros y no solamente para nosotros mismos, más conexiones neuronales generaremos, las cuales en el futuro, nos permitirán empatizar con quienes consideramos distintos.

Y por lo tanto, debemos enseñarlo a nuestros hijos. Si un niño crece y vive en un burbuja, le costará más ponerse en los zapatos del que piensa distinto, vive en otros barrios, come cosas distintas o cree en otros dioses. Cuantas más experiencias se tengan junto a esos otros, cuanta más diversidad exista en su ambiente, ese niño y futuro adulto será un ser humano más acogedor, menos prejuicioso y mucho más capaz de ser líder en un mundo que requiere de integración.

¿Sientes que eres capaz de empatizar con el dolor de gente distinta a ti?

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Comentarios
Morilius Von | 2016-07-08 | 13:27
2
Interesantísimo artículo. Felicitaciones.
Veo muy de cerca este tema, debido que al trabajar con enfermos e intentar empatizar en todo momento, se produce verdadero agotamiento mental y físico que puede responder a lo que expones. Esto lleva claramente a que en muchas ocasiones los pacientes se sientan desatendidos o maltratados en los servicios de salud, a pesar de que el profesional esté entrenado en este ámbito. Me parece que se deben revisar los planes educativos y pautas de las casas de formación para asumir y educar en este aspecto.
Está descrito el Síndrome del Cuidador hace años, y esta investigación me parece que aporta bases profundas para entender mejor el problema, dejando de lado el prejuicio de que la persona que atiende solamente "tiene mal genio" o "tiene mala volundad"
Saludos
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Gracias Morilius! Muy interesante tu visión del problema desde la perspectiva de la atención en instituciones de salud, un aporte!
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Oscar Montes | 2016-07-10 | 19:17
1
Interesante. Estoy leyendo una obra olvidada de Adam Smith, La Teoría de los Sentimientos Morales, que dice cosas muy similares. Ahora, sostiene que la simpatía (así llama él la empatía) es natural, pero nace en las personas que viven en sociedad, quizás en el fondo se refería a que la sociedad misma nos educa a ser empatía.
Luego, que algunos simpatizan más, otros menos, y que simpatizamos más con quienes conocernos y tenemos cerca también lo desarrolla. Y, de hecho, cree que así nace la moral. O sea, porque sabemos que a alguien le duele si le pegan, y porque a nosotros también nos dolería, es que desaprobamos la violencia.
Ahora, Smith dice que es más fácil simpatizar con los grandes dolores, pero nunca nos acercamos mucho a quien los padece, en cambio, con las alegrías, simpatizamos con las pequeñas y en grado muy parecido a quien es objeto de ellas: si a un amigo le cuentan una buena noticia, naturalmente nos ponemos tan contentos como él, pero si es una terrible noticia, sin duda nos aprendamos mucho, pero jamás al nivel que siente él o ella.
En fin, es mucho por discutir, pero muy parecido al estudio, sólo que Smith lo dijo por medio de la observación, en 1759.
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Interesante! Hay varias coincidencias entre ambas perspectivas, gracias por el aporte!
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Bastian Cuevas | 2016-07-13 | 12:23
1
Yo personalmente considero que no soy muy empatico y asi como dice el articulo lo veo como drama ajeno. El tema es que independiente de lo que me haga sentir la situación ¿que hago despues con esos sentimientos? lo veo como algo pasajero y probablemente despues lo olvide. Es asi como cuando converso con alguien y se pone a contarme sus dramas lo encuentro latero.
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