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Imagen: Gojko Franulic

3 lecciones que podemos aprender de la garra charrúa

¿Qué conforma la "garra charrúa"? ¿Por qué los uruguayos siempre sufren hasta el final para ganar? ¿Qué los impulsa a imponerse al destino y qué podemos aprender de ellos, tanto en el fútbol como en cualquier otra área de la vida?

Por Rodrigo Figueroa Reyes @Rodrigohernan | 2015-05-05 | 12:00
Tags | fútbol, copa américa, psicología, organizaciones, motivación, expectativas, garra, charrúa, Uruguay, selección, deportes
"¿Se imaginan el impacto que habría tenido para la psiquis futbolera nacional si Pinilla metía el gol y Chile dejaba fuera del Mundial a Brasil en su propia tierra? Bueno, ese sueño vivieron los uruguayos en 1950"
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La garra es uno de esos conceptos eclécticos que el fútbol es siempre generoso en ofrecernos. Pero, ¿qué es la garra charrúa? ¿De dónde viene? ¿Existe o es simplemente un mito sospechoso de nuestros vecinos del Atlántico? Ofrecer una definición conceptual a esta idea -que suele asociarse a todas las selecciones y equipos de fútbol que vienen de la República Oriental del Uruguay (curiosamente no hay ninguna en el Occidente)- es bastante difícil, pero haremos el intento.

¿Qué es la garra charrúa?

Es una forma bastante especial de vivir el fútbol que demanda vivirlo con intensidad, desde la pasión, el drama, la crisis del último minuto: no hay partido de la celeste que sus hinchas no sufran hasta el borde del colapso físico y emocional (si no me cree, vea el final de los Cuartos del mundial de 2010). Pero revisemos algunos casos históricos para ejemplificarla.

Posiblemente la primera expresión de esta garra viene del 16 de julio de 1950, aquel día memorable en el imaginario colectivo uruguayo: la final de la Copa del Mundo en el Maracaná. Uruguay contra 11 jugadores brasileños y 172.000 hinchas cariocas en las galerías (ColoColo promedió 23.500 en el Apertura 2014 para que se haga una idea). Parecía una misión imposible. La leyenda cuenta que el técnico mismo de Uruguay les había pedido a sus dirigidos no hacer el ridículo y perder con dignidad. El capitán uruguayo, Obdulio Varela, le hizo caso omiso a su técnico e instó a sus jugadores a no esperar a Brasil. Ahí tenemos una primera pista de lo que podría ser esta famosa garra: convicción en lo imposible. Uruguay dio vuelta el partido que perdía inicialmente y, con un gol del delantero Alcides Ghiggia, terminó ganando la Copa del Mundo 1-2 en medio de un estadio en shock.

En otra fecha memorable durante la Copa del Mundo de Corea y Japón en 2002, Uruguay perdía 3-0 frente a la debutante selección senegalesa. El baile no podía haber sido más entusiasta y colorido. Los uruguayos corrían de allá para acá, mientras que los africanos gozaban de acá para allá. Tres goles en 45 minutos en contra de los sudamericanos, que parecían una penosa mofa a la historia de la selección celeste. Pero al finalizar el entretiempo algo sucedió, algo mágico, casi sobrenatural: dos senegaleses comenzaron a juguetear con el balón en frente de todo el estadio dando toquecitos de hombro y pecho. A los tres goles en contra se sumaban ahora las burlas de una nación debutante en un mundial. Los uruguayos, siempre atentos a estas señales del destino, corrieron a increpar a sus rivales. El escenario estaba preparado para un nuevo día histórico: en el segundo tiempo, los uruguayos empataban el partido 3-3 ante el asombro del mundo entero, y de no ser por la impericia de Morales, que perdió un gol increíble en el último minuto, habrían hecho historia una vez más. Esa dermis suave a la humillación parece ser otra característica de la garra charrúa.

En 1966, RiverPlate y Peñarol disputaban la final de la Copa libertadores en Santiago de Chile, cuando el portero de River, Amadeo Carrizo, paró una pelota de pecho ya legendaria, para el gozo de su público y mientras River ganaba 2-0. ¿El resultado? Bueno, los uruguayos dieron vuelta el resultado, ganaron 4-2 y se coronaron campeones de América. Al menos eso es lo que dice la leyenda, alimentada también en parte por la prensa del momento.

Tres cosas que las organizaciones pueden aprender de la garra charrúa

En primer lugar, que las ideas en nuestra mente importan e importan demasiado. Todos los grupos de trabajo y todas las organizaciones tienen un marco cultural que los identifica: ideas respecto a lo que pueden y no pueden hacer, respecto de lo que es posible e imposible, respecto de lo que “son buenos” o “malospara hacer. Todas las organizaciones tienen historias de epopeyas y fracasos, mitos, leyendas que exaltan determinados valores, determinadas actitudes, que nos dicen que las hazañas son factibles o simplemente ilusiones. ¿Cuáles son esas ideas implícitas en tu equipo de trabajo? Las de la Celeste parecen ser bastante claras.

En segundo lugar, este conjunto de ideas implícitas a las que hice referencia en otra columna, están altamente afectadas por el rendimiento pasado y por el desempeño ofrecido bajo circunstancias de estrés. ¿Se imaginan el impacto que habría tenido para la psiquis futbolera nacional si Pinilla metía el gol y Chile dejaba fuera del Mundial a Brasil en su propia tierra? Bueno, es precisamente ese sueño el que vivieron en realidad los uruguayos en 1950, impactando el set de ideas implícitas con las cuales viven, conviven y se desarrollan sus futbolistas: “si mis abuelos lo hicieron, yo también puedo”, se dicen entre ellos. La historia afecta las expectativas presentes: he ahí el riesgo y el peligro de no ser conscientes de las ideas implícitas de nuestro entorno.

Tercero, los individuos adaptan sus expectativas y exigencias a este set de ideas implícitas. Claude Steele y Joshua Aronsonlo llamaron la amenaza de estereotipo: el riesgo de confirmar un estereotipo social negativo. Es una tendencia a veces inconsciente a reproducir patrones esperados a nuestro grupo o, dicho de otra forma, a comportarnos de la forma que se espera del grupo al cual pertenecemos. Esto es un peligro o una amenaza, si tales atributos de nuestro grupo no son favorables.

El mito de la garra charrúa alimenta las ideas implícitas en su jugadores: éstos repiten eventos legendarios, y se vuelve alimentar la matriz de ideas. La historia que se va escribiendo, en consecuencia, va alimentando el rendimiento futuro. Es un círculo virtuoso.

Entonces, ¡a hacer historia!

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Comentarios
Alejandro Ruiz Flores | 2015-05-05 | 13:10
2
Durante toda mi vida pensé que el futbolista Chileno era malo y "cagón" siempre arruga en los momentos claves, a nivel de club y selección, hasta hace poco había solo una copa internacional en el país y era vergonzoso pensando que hasta los países mas malos tienen más copas, con la llegada de Bielsa y la copa de la U me di cuenta que tan malos no somos, y que con convicción demás se pueden lograr cosas. Mención especial para el mundial que estuvimos a un pelo de hacer historia, eliminamos a España, el actual campeón, y casi al local, estoy seguro que si hubiésemos ganado a Brasil, hubiésemos seguido escalando. Pero ojo con la copa América, tengo fe! Saludos buenísima columna
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Guillermo Hurtado | 2015-05-05 | 13:47
2
La "garra charrúa" se puede ver reflejada actualmente en Godín y Suárez, una lástima que este último no venga. Por más "mordelón", sucio, tramposo y como le quieran decir el tipo es un fenómeno, de las pocas veces que lo he visto anualdo casi a un 100% fue con Chile acá en Santiago, inolvidable cornete de Jara. Buena columna!
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