Mientras caminaba por República en dirección a la U., un perro con sombrero, corbata y maletín, me detuvo para pedirme la hora.
-Son las 7:20 de la mañana - le dije.
Me dio las gracias, y acto seguido se subió a un cohete en dirección al espacio. Me tomó un rato darme cuenta de lo raro de la situación, y establecer por lo tanto que estaba soñando: yo jamás llego temprano a la universidad.