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Imagen: Moonlight

El brillo negro de “Moonlight”: la sorpresa que ganó como Mejor Película en los Oscars

Tarjetas confusas, memes, polémicas, conspiraciones illuminatis, da igual. El pasado domingo el film de Barry Jenkins se llevó la estatuilla más importante, dejando a todo el mundo televisivo atónito. Aprovechando su estreno en las salas locales, es obligación saber el porqué de su triunfo y las razones que la hacen un imperdible para ver, pensar y reaccionar.

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El escritor y artista chileno, Pedro Lemebel, decía que en la pobla no hay gays, sino que “maricones”. A través de ese crudo lenguaje (él se identificaba como homosexual), quería decir que en esos contextos sociales, la homosexualidad no sabe de lingüística, cultura o meritocracia. Es lo que te tocó ser, así será y hay que tener la carne y el pellejo muy duro para sobrevivir a esto.

Y esa reflexión se ve con gran fuerza en Moonlight, la reciente ganadora a Mejor Película y Mejor Guión Adaptado en los Oscars, que literalmente le arrebató el premio de las manos a La La Land. Este estreno en la cartelera nacional se funda en este juego de palabras sobre lo que es ser “maricon”, pero en Estados Unidos. En otras palabras, la realidad de quienes son negros, pobres y gays.

Aunque llevar estas temáticas al cine no es novedad. La magia va por también tocar otras teclas. Las jugadas que se hicieron para destronar al coloso y romántico musical de Damien Chazelle (La La Land), que prácticamente había ganado todo, se pueden resumir de la siguiente manera.

Todo negro es una estrella

Moonlight cuenta las experiencias y episodios de vida de Chiron, un niño, joven y adulto de Liberty City, popular barrio afroamericano de Miami. Con todos los estigmas y cicatrices que esta locación representa. “¿Qué es un marica?” se pregunta cuando pequeño, declaración que cala en lo más personal de su ser durante todo el film. El amor, la soledad, la contención, el bullying y el desarraigo. De todo eso trata esta cinta.

Co-escrita y dirigida por Barry Jenkins, que ya había dado luces de su talento y gusto por las historias intimistas con su ópera prima, la romántica Medicine for Melancholy (2008), basada en el libro biográfico In Moonlight Black Boys Look Blue, de Tarell Alvin McCraney, el otro guionista y el verdadero “Chiron” de este cuento.

Ellos son la dupla dorada, los que lograron dar un espíritu y sobre todo realidad a Moonlight, haciéndola palpable y sincera. Como canta Boris Gardiner en un momento de la cinta, “Every nigger is a Star” (“Todo negro es una estrella”) y este dúo, con o sin Oscar en la mano, siempre supo de la fuerza y potencia de lo que estaba creando.

De esta estrella que se hizo con un presupuesto mínimo (medio millón de dólares), pero a pulso y contando una historia de vida con su propio autor y personajes de la piel, al papel y a la pantalla. Se creyeron capaces y lo lograron.

La belleza del dolor

Antes que Warren Beaty tomara por error la tarjeta el pasado domingo en el Teatro Kodak, horas antes para ser exactos, Moonlight se alzaba como Mejor Película en los Independent Spirits Awards. Dato clave y hasta premonitor, ya que este certamen galardona a lo más destacado en el séptimo arte independiente, una suerte de “Oscars Alternativos”, y cuando la barra afro de Moonlight se coronó, de inmediato el velo de ser la cenicienta o la sorpresa al día siguiente se veía venir. La esperanza era poca, pero era.

Porque esta película navega en esas aguas, las de las historias emotivas y episódicas, sumamente personales. Decimos navega, porque el mar y la “luz de luna” es uno de los códigos de este film, dotando la fluidez, transparencia y las olas como un testamento de libertad y calma en los avatares del protagonista. Frente a un océano, una tina o el freezer del refrigerador, vemos a Chiron buscar un futuro o respuestas a esta realidad que lo ahoga y necesita liberar.

Además, Moonlight es una vivencia sumamente bella, preciosa, en tonos coloridos, azulados y atenuados, que equilibran la rabia, pena y tristeza que se exhibe. Una combinación maravillosa de esplendor y melancolía, que juega mucho con la figura de los sueños y las pesadillas en su relato. Apoyado en una banda sonora siempre latente, entre violines solitarios y angustiantes, canciones de rap y baladas del tipo “Cucurrucucú Paloma”.

Junto con un trato de cámara inquieto, donde el espectador es activo de cada movimiento y silencio. Girando, buscando, deteniéndose. Es verdad que puede parecer una película lenta, pero esa es su gracia, pues es una historia que se toma sus tiempos, respiros y etapas de la vida. Un videoclip en pulso biográfico.

Elenco brillante

Qué más se puede decir de Mahershala Ali, que interpreta a Juan en este film, rol que lo hizo ganar como Mejor Actor de Reparto en los Oscars, SAG, Critics Choice y otros festivales. Y que aquí lo vemos debatiéndose entre la ley de la calle y una paternidad sin sangre, dotando cariño e intensidad cada minuto que se aparece. El actor afroamericano de moda, con un pasado en series como Luke Cage, House of Cards y en aclamadas películas como Hidden Figures (también nominada a los Oscars) y el El extraño caso de Benjamin Button.

Las mujeres sacan aplausos también con Naomi Harris o la atribulada madre de Chiron. También con la cantante y actriz Janelle Monáe siendo Teresa, otra que tiene luces propias y nominaciones en Hidden Figures. Cerrando este black dream team contamos con la terna de nombres que dan vida a nuestro protagonista: Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes. Cada uno en una etapa de la vida, con rasgos diversos pero un sello, tono y caris similar. Siempre silentes, observadores, contenidos y en busca del escape. Fenomenales.

El amor-color en los tiempos del cólera

Nadie discute la maestría y calidad de La La Land o Manchester By The Sea, pero al parecer, no era su momento de celebrar con todo en el espectáculo más masivo, público y televisivo de la industria del cine. Donde quizás entran aristas como los temas políticos y contingentes, unos que van en la reciente deuda de los premios, cuando el año pasado fueron criticados por la nula presencia de películas y realizadores afroamericanos (a través del hashtag #oscarsissowhite).

También se sumó la figura de las normativas de Trump frente a causas y contextos de migración, identidad de género, discriminaciones al mundo LGBT y el conflicto racial. No por nada, de la lista de películas nominadas, tres títulos tocaban estos enfoques (también están Hidden Figures y Fences), siendo Moonlight un sutil caballo de batalla para alzar la voz.

Son muchos los casos que dan pistas de este ejercicio. Sucedió en ediciones anteriores con 12 años de Esclavitud (racismo), como también con Milk, Secreto en la Montaña o Philadelphia (homofobia). Al final, fueron producciones que no ganaron el más relevante galardón, pero que sí lograron marcar pauta.

En fin, ya sea por un afán crítico y discursivo, Moonlight es un film que merece ser visto y analizado, tanto por los problemas actuales que exhibe, como por su compromiso y calidad cinematográfica. Hay riesgos y pureza en su fondo y forma. En tiempos que se requiere tolerancia, unidad y avanzar como sociedad, Moonlight es un suspiro que debemos incorporar y masificar.

¿La viste? ¿Crees que se merecía ganar como Mejor Película?

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