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Guía para padres - ¡Tengo miedo!

El miedo es normal en el desarrollo infantil, aunque va adquiriendo diferentes formas con la edad. Los padres tienen un importante rol que jugar en contenerlos, guiarlos y enseñar a procesarlos sanamente.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2013-11-28 | 09:27
Tags | niños, padres, educación, adultos, hijos, infancia, crianza, miedo

Martín está jugando con su papá en la plaza. Se acerca un perro poodle caminando con su dueño y él pega un gran grito, abraza a su papá rompiendo en llanto y dice “¡no me gusta el perro, dile que se vaya!”. El papá separa bruscamente a Martín y le dice que no sea cobarde, que el perro es enano y que no le hará nada. Que ni las niñitas le tienen miedo a los perros. 

En el mismo parque estaba Josefina con su familia y al ver al poodle también lanzó un grito y abrazó a su papá rompiendo en llanto. Él la tomó en brazos y le lanzó patadas al perro para que no se acercara más y exclamó “¡No puedo entender cómo hay gente que deja sus perros sueltos en la plaza! ¡Después atacan a un niño... así ocurren los accidentes!”.

En ambos casos, ni el papá de Martín ni de Josefina supieron enfrentar la situación de miedo de sus hijos.  El de Josefina, con su actitud de sobreprotección le transmitió a la niña que efectivamente debe tener miedo a los perros porque son peligrosos e invalidó su capacidad para poder enfrentar el temor, al no estimularla a encarar la situación temida. Por otra parte, el papá de Martín desvalorizó el miedo del niño y no fue capaz de contenerlo, además de invalidar su sentimiento, el cual es completamente normal en los niños pequeños. A su vez, lo ridiculizó comparándolo con una niñita, lo que hace que sienta vergüenza y genere un daño en su auto confianza.  

Una respuesta natural

El miedo es una reacción natural del ser humano, una de las emociones básicas que actúa como mecanismo de protección ante las amenaza, ya que lleva a la persona a evitar situaciones de peligro. Es un sentimiento universal y adaptativo que permite protegernos de daños potenciales. Pero como todo en la vida, debe vivirse en una justa medida, por lo que hay que aprender a controlarlo y no permitir que paralice nuestras vidas. 

En los niños el miedo es algo frecuente y normal y tiene que ver con el desarrollo del pensamiento, el que le va permitiendo hacerse preguntas respecto a las cosas y situaciones que lo rodean, así como también sobre lo que le pasa en su mundo interno. Éste lo hace capaz de predecir, poniéndose en situaciones más allá de lo que está viviendo en el presente. Por eso los miedos se hacen más intensos a partir de los dos años y se dan fuertemente hasta los cinco, ya que durante dicho período los niños aún tienen mayor dificultad para diferenciar la realidad de la fantasía.

Que los niños sientan miedo es algo muy normal e implica un proceso aprender a regularlo y en esto los adultos son claves. Es necesario contar por una parte, con una figura protectora que reconozca y valide el temor que el niño experimenta y le enseñe a ponerle un nombre a su emoción. Junto con ello es importante que el adulto le ayude a modular esa vivencia, haciéndole darse cuenta de qué es un peligro y qué no y cómo hacer frente a estas situaciones, es decir, cómo salir adelante cuando siente miedo.

El miedo en las distintas edades:

Cada persona le teme a cosas muy diversas, en relación a las propias experiencias y situaciones vividas. Sin embargo, durante la infancia existen edades en las que hay ciertos miedos que son muy frecuentes.

  • Desde los 6 meses de vida la guagua puede tener miedo a ruidos, a desconocidos, al abandono, a objetos y ciertos lugares no comunes. 
  • Entre el año y los dos se intensifica el temor a separarse de los padres o figuras de apego. 
  • Entre los 2 y 4 años son frecuentes los miedos a las personas desconocidas, a la oscuridad, a los animales o a fenómenos de la naturaleza, tales como el viento o las tormentas.
  • Entre los 4 y 6 años disminuye el miedo a los extraños pero aparecen los miedos a las catástrofes y seres de fantasía, como monstruos y fantasmas.
  • Desde los 6 años hasta los 12, en la medida en que avanza el desarrollo cognitivo, comienzan a tener miedos más elaborados, como a sufrir alguna enfermedad o accidente, a los ladrones, al bajo rendimiento escolar, al ridículo, a tener cambios o crisis familiares y a la muerte.
  • En la adolescencia su preocupación está centrada en las relaciones sociales y surgen los temores por su auto valoración, como miedo a ser rechazado, a no tener amigos, a fracasar o verse poco atractivo.

¿Qué nos lleva a tener miedo?


Las causas del miedo pueden ser muy variadas, pero en general se presentan por: 

  • Proyección de los propios sentimientos no aceptados. Por ejemplo, el niño puede tener mucha rabia por el nacimiento de un hermano y como no logra elaborar ni expresar lo que siente, ésta se proyecta sobre objetos o lugares externos y se traduce en un miedo algo en particular, como puede serlo el temor a los perros.
  • Ponerse en situaciones hipotéticas que lo sobrepasan. Por ejemplo, cuando el papá se va al trabajo, le da miedo que tenga un accidente y le pase algo. 
  • Por modelos. Por ejemplo, un padre que le tiene miedo a los ascensores se lo transmite a su hijo.
  • Por sobreprotección. El mensaje que le llega al niño es que el mundo es peligroso, por lo que él verá peligros en todos lados. Por ejemplo, unos padres que están diciéndole constantemente a su hijo en la plaza, no te tires por el resfalín solo, no te subas por ahí, etc.
  • Sensación de vulnerabilidad al no tener cerca a las figuras de apego. Por ejemplo, uno de los padres debe ausentarse por trabajo por un tiempo prolongado, el niño puede empezar a tener miedos por la angustia que le produce la separación.
  • Estrés producido por cambio o situaciones nuevas. Por ejemplo, con un cambio de casa el niño puede generar miedos por lo que implica lo no conocido.
  • La exposición a violencia o personajes de terror. Por ejemplo, a un niño que ve monos animados donde hay muchas peleas, muerte, sangre o seres fantásticos, puede producirle miedo, ya que se imagina esas cosas le pueden pasar porque no es capaz de distinguir realidad de fantasía. 

Es importante comprender que si bien los miedos en la infancia son muy comunes, hay veces en que éstos se escapan de los parámetros de lo normal y esperable para un niño de determinada edad y es necesario pedir ayuda para que no se instale un cuadro ansioso o una fobia. Se está fuera del ámbito de lo normal cuando la intensidad del miedo es tal que interfiere en forma significativa en el funcionamiento diario del niño, lo incapacita para desenvolverse en su vida diaria y no cede frente a la contención de los padres.

Cómo actuar

Cuando nuestro hijo está con miedo, se debe tener una actitud equilibrada entre ser capaz de contenerlo, acoger sus miedos, decirle que es normal lo que siente, validando su emoción, pero junto con ello, estimularlo a que entienda que ese temor es parte de su vida y ayudarlo a enfrentarlo. Por ejemplo, si un niño tiene miedo a la oscuridad, decirle que es normal que sienta miedo porque no podemos ver lo que hay, pero que no le pasará nada porque en su pieza todo es seguro, que están ellos para cuidarlo y que no existen monstruos que le puedan hacer algo. Además, se le deja una luz prendida o un “espantacuco” para que pueda ver algo.

En el ejemplo inicial, lo que los papás de Martín y Josefina podrían haber hecho al encontrarse con el poodle sería haber actuado como lo hizo el papá de Paula. Al acercarse el perro y ella abrazar llorando a su papá, él la abraza de vuelta y se pone a su altura. Mirándola a los ojos le dice que está ahí para cuidarla. Que lo que ella siente es miedo, que es normal que le tema porque no conoce al perro, pero que los perros no son malos, son amigos de los niños. De todas formas está bien no acercarse mucho a un perro desconocido. Pero sí que el perro no le hará daño. Así le ayuda a distinguir los peligros potenciales. Le dice que es un perro chico que está amarrado y que eso es distinto de uno grande que anda suelto. También la estimula a enfrentar sus emociones y la acompaña para que pueda seguir jugando en la plaza aunque esté el perro, porque éste no le hará nada.

Sugerencias para enfrentar el miedo:

  • Reconocer y poner el nombre a la emoción.
  • Validar y comprender el miedo, mostrarle que uno estará a su lado. La presencia física es necesaria por el pensamiento concreto que tienen los niños. Lo más importante es que el niño sienta que cuenta con sus padres, que sienta su confianza.
  • No decirle “no pasa nada” porque eso es no validar la vivencia del niño.
  • No retarlo o ridiculizarlo, ni etiquetarlo como miedoso.
  • Estimularlo de forma progresiva a aproximarse al objeto o lugar temido, con el apoyo del adulto, así se sentirá orgulloso de sí mismo.
  • Fomentar que enfrente los miedos con las precauciones pertinentes, así se dará cuenta que los temores son producto de su imaginación.
  • Dar algún elemento concreto que le de seguridad; ejemplo dejar una luz prendida, tener un anillo de fuerza, un osito de peluche, etc.
  • Cuando es capaz de enfrentar su temor, dar refuerzo positivo diciéndole lo valiente que es.
  • Contar cuentos de cómo niños tienen miedo y lo superan.
  • Si tiene miedo de algún personaje, monstruo, fantasma u objeto, hacerlo imaginar que el elemento temido está vestido de una forma  ridícula o en alguna situación divertida. Reírse del objeto temido es una buena forma de disminuir los temores.
  • Siempre ser muy claro con las situaciones que presentan real peligro para él, como cruzar la calle sin un adulto o sin mirar, pero sin sobredimensionarlo. Así se favorece el mecanismo protector que representa esta emoción.
  • Enseñarle a distinguir los peligros reales de los de fantasía. Decirle que hablar con un extraño puede ser peligroso, pero que el monstruo que se imagina en su cabeza parece temible, pero menos mal no existe en la realidad.
  • Evitar que se exponga a contenidos de violencia, de terror, etc., como ver películas de miedo.

Como en todo ámbito de la formación de los hijos, tenemos un rol clave a la hora de ser capaces de modular los miedos que manifiesten nuestros hijos. El cómo les enseñemos a abordarlos, qué mirada del mundo les entregamos y cuánta contención les damos, será clave para que ellos puedan desenvolverse en el mundo con una sana precaución pero sin paralizarse por los miedos.

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Comentarios
C. M0R31R4 | 2013-11-29 | 00:36
2
Me gustó mucho el artículo porque me hizo ver que he cometido mucho de los errores que mencionan.

Tengo dos hijos, y el mayor de 7 años le tiene mucho miedo a los insectos. No sabemos por qué, ya que no recuerdo alguna situación en donde él haya sufrido por culpa de un insecto, pero aun así demuestra mucho temor.

Al principio yo cometí muchos de los errores mencionados, ya que no le di importancia a su temor, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que parece una fobia lo que él siente con los bichos, porque sale arrancando y se pone muy mal cuando, por ejemplo, se le aparece una polilla.

Ahora trato de calmarlo y explicarle con qué tipo de insectos debe tener cuidado, pero durante harto tiempo esto nos significó algún mal rato.

Saludos y gracias por publicar este artículo.
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Enrique Ulloa | 2013-11-29 | 16:34
1
Vuelvo un día después de leer el artículo sólo para decir que la ilustración está genial (EXCELENTE uso de perspectiva).

Saludos
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Carla Parodi | 2013-12-02 | 22:03
0
Mi bebé está en la primera etapa... Si desaparezco de s campo visual, se pone a llorar ;_; Nanai
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