En el departamento del penúltimo piso, del edificio al que no le llega el sol, cuelgan todos los días del balcón dos trajes de fiesta: un vestido color hueso, de mangas largas y figura estrecha, y un terno color humo, de gran tamaño y corte recto. Dan la sensación de estar calzados en dos cuerpos invisibles, porque nunca se han visto ondear y nunca pierden su forma.