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Imagen: César Mejías

Cómo un cuento de Dickens puede ayudarnos a vivir una Navidad con mucho más sentido

Entre tanto estímulo y duende mágico, olvidamos volver a la esencia. María Paz Badilla, de Fundación Ideas para la Infancia, recuerda el famoso relato de Dickens sobre estas fechas, rescatando el verdadero espíritu de la Navidad.

Por Maria Paz Badilla Budinich | 2018-12-12 | 13:00
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Hay tradiciones y costumbres que dejan huellas… Y eso es lo que necesitamos heredar. Los juguetes tienen fecha de caducidad, nuestras relaciones no. Son nuestras historias juntos las que trascienden, las que le dan valor a fechas como las que se nos vienen.
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Entre villancicos, compras ajetreadas, anuncios publicitarios, fiestas del trabajo y ceremonias de fin de año, poco tiempo nos queda para conectarnos con “el verdadero espíritu de la navidad”.

Andamos estresados, algunos enojados, otros más quejumbrosos y hasta hemos visto en redes sociales que a algunos les queda tiempo y energía para pelearse por los nuevos rock star de esta navidad, los “duendes mágicos”, que al parecer le han quitado el trono al ya tan famoso Viejo Pascuero.

Pero, ¿existe ese espíritu navideño que nos permite conectarnos más allá de lo que determina el comercio y la publicidad? ¿Qué le estamos heredando a nuestros niños cuando en estas fiestas los llenamos de regalos pero les quitamos durante el año nuestro tiempo? ¿Cómo le podemos dar a esta celebración un carácter simbólico que trascienda en nuestra historia familiar (ya sea que seamos católicos o queramos vivirla de otro modo)?

Preguntémosle al señor Scrooge

Fue en 1843 cuando Charles Dickens escribió su famoso Cuento de Navidad.

El señor Scrooge es un viejo empresario solitario, quejumbroso, egoísta y huraño, que se pasa el día criticando a los demás y haciéndolos trabajar sin piedad. Resulta que este viejo avaro e inescrupuloso, recibe la noche de Navidad la visita del fantasma de su socio y compañero de vida, que había muerto hace poco tiempo. Este le dice algo así como: “Durante tres noches recibirás la visita de tres espíritus que te harán pensar cuál es el verdadero significado de la Navidad”.

¿Qué nos dicen a nosotros los espíritus navideños?

Pasado, presente y futuro, son los tiempos que escriben nuestras historias personales y parentales, también nuestras historias familiares, y son los espíritus que visitaron hace ya varios años a Scrooge para hacerle tomar conciencia de lo que realmente se pone en juego en Navidad.

El primero en hacer su visita, es el espíritu de las navidades pasadas:

Este espíritu busca hacernos reflexionar sobre nuestras vivencias de niños. ¿Qué hacíamos en navidad con nuestras familias? ¿Qué cosas eran importantes que aún recordamos? O si hubo algún momento especial que podamos heredar a nuestra familia actual. Así también, este espíritu nos permite ver aquellas cosas que no nos gustaron y que queremos cambiar en nuestras acciones como padres hoy día.

Quizás si los papás del Grinch (otro famoso personaje navideño) hubieran hecho esto, él no odiaría tanto estas fechas.

Luego vino el espíritu de las navidades presentes:

El que nos desafía a preguntarnos ; ¿qué estamos haciendo hoy para darle a estas fiestas un sentido?, ¿cuánto tiempo estamos entregando al encuentro con nuestros hijos y cuánto se nos va en compras y en actividades que no son verdaderamente las más importantes?

Hay un famoso video de IKEA llamado La otra carta, que pone de manifiesto lo importante que es para los niños contar con nuestra presencia más que cualquier otro regalo en sus vidas.

El espíritu de la navidad presente nos invita a mirar y observar lo que tenemos. Lo mucho que tenemos. Nos invita a mirar a nuestros hijos mientras duermen plácidos en sus camas, a mirarlos admirados en sus presentaciones de fin de año, a mirar cómo familias que han tenido dificultades salen adelante, cómo hemos sorteado obstáculos y ser observadores activos de aquellos tesoros familiares que se esconden en nuestras vidas cotidianas. No en las vacaciones soñadas, no en el tener más plata, no en cuánto podemos comprar, sino en cuál podemos compartir juntos.

Por último, vino el espíritu de las navidades futuras:

Este espíritu nos invita a pensar en el legado que queremos dejar a nuestros hijos . ¿Qué valores queremos construir? ¿Qué historias queremos que recuerden?

Nos pide pensar en la persona que queremos ser, en cuál es nuestra mejor versión y qué cosas tenemos que hacer para lograr ese crecimiento personal. Pensar qué clima familiar queremos para acompañar el crecimiento de nuestros hijos. Este espíritu nos moviliza a dejar de hacer lo que no nos ha dado buenos resultados y cambiar o transformar nuestra vida familiar hacia algo mejor.

Enseñar con acciones: ¡al rescate del espíritu navideño!

El “espíritu navideño”, ese slogan tan comercial, finalmente tiene relación con una conexión particular con nosotros mismos y con los demás. Este se construye en base a acciones que nos ayudarán a crear un clima familiar en donde por sobretodo reine la expresión de los afectos, la empatía y la generosidad.

En estas fechas, disfrutamos de un espacio diferente al cotidiano, ya que nuestras casas y las calles se llenan de adornos, luces, cantos… Estímulos que tenemos que aprovechar para nutrir por sobretodo nuestras relaciones. El estar con otros. ¡Pero estar de verdad!

Hay tradiciones y costumbres que dejan huellas… Y eso es lo que necesitamos heredar. Los juguetes tienen fecha de caducidad, nuestras relaciones no. Son nuestras historias juntos las que trascienden, las que le dan valor a fechas como las que se nos vienen. 

Entonces, ¿qué regalar?

No se trata de no regalar nada, pero sí de no sobre regalar. Hay algunas ideas que se pueden poner en práctica para que la Navidad no nos pase por encima, sino que ocupemos su energía en algo constructivo:

1. Recibir la Navidad con lo que realmente necesitamos y aprender a regalar a otros lo que no usamos. Es importante enseñar a nuestros hijos que ellos pueden dar cosas que les gustan, están buenas, pero no usan. Hay que invitarlos a que se den el tiempo de pensar qué pueden regalar. Que se den el tiempo de limpiar ellos mismos esos juguetes y prepararlos para entregarlos a otros niños y niñas.

2. Contar historias con sentido y conversar sobre los diferentes significados detrás de ellas. Los cuentos son la base de la magia y la fantasía infantil. Estos tienen un carácter simbólico que nos ayuda a crear un entorno místico en estas fechas.

3. Ocupar un momento del día para estar juntos y dar las gracias por lo que tenemos. Es decir, invitar al espíritu de las navidades presentes. Podemos construir en familia un espacio donde cada cosa que agradecemos quede pegada en un muro de la casa o bien colgada en nuestro árbol de Navidad o en el pesebre. Estas palabras y dibujos se acumularan cada día y nos recordarán lo verdaderamente importante.

4. Hacer a mano nuestros propios regalos. Tomarse el tiempo para cocinar algo, pintar un cuadro, hacer algo tejido, escribir una carta, hacer cosas con materiales reciclados… Es una actividad que los va a nutrir y disponer de otra forma a esta celebración.

5.- Ser coherentes con lo que decimos y hacemos. No podemos hablar de ser generosos si esto no lo demostramos con acciones. No podemos hablar de amor si no somos cariñosos entre nosotros y con los demás. No podemos hablar de “ayudar a los demás” si sólo lo hacemos desde el asistencialismo una vez al año, mientras los otros 364 días ni nos acordamos de que vivimos con otros que tienen también múltiples necesidades y merecen nuestro respeto.

Así es como estas fechas deben llevarnos a reflexionar sobre nuestras vidas y la de nuestra familia… Valorarnos y compartir para conocernos (aunque suene algo trillado), es esencial para construir memorias familiares que dejen huellas a largo plazo.

Y si ese viejo avaro y codicioso, el Señor Scrooge, pudo hacerlo —pudo salir del extremo individualismo para ver una nueva oportunidad esa noche de Navidad— todos podemos hacerlo, ¡solo hay que atreverse a mirar!

¿Qué sentido les das tú al “espíritu navideño”?

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