nombres, curiosidades, psicología, baker, ciencia, estudios
Imagen: Gojko Franulic

El efecto Baker o por qué somos tan malos para recordar nombres

Olvidar nombres es una de las situaciones más incómodas que podemos vivir, y muchas veces lo achacamos simplemente a la mala memoria. Diversos estudios indican que va mucho más allá de un simple lapsus.

Por Francisco J. Lastra @efejotaele | 2015-06-03 | 13:40
Tags | nombres, curiosidades, psicología, baker, ciencia, estudios

"Hola... tú". Te ha pasado muchas veces. Sabes en qué trabaja, dónde y cuáles son sus hobbies, quizá hasta te topaste con sus papás el otro día (ahí te salvaste diciendo "¡Saludos al... su hijo!) y, sin embargo, el nombre se resbala como la gota de sudor que cae por tu frente. Para remate suena de fondo Eminem y su canción My Name Is.

Es tu cerebro, ¿cómo un órgano que nos llevó a la luna no es capaz de recordar un nombre? Muchos psicólogos cognitivos con muy mala memoria se han hecho esta pregunta desde hace décadas y la respuesta tiene un nombre: El efecto o paradoja de Baker.

Dime qué haces y te diré quién eres

¿Quién fue Baker? Nadie. El nombre fue acuñado por la psicóloga Gillian Cohen, quien en un paper publicado en 1990 llamado Why is it difficult to put names to faces? (¿Por qué es tan difícil poner nombre a los rostros?), menciona un experimento publicado tres años antes, que le pedía a los participantes recordar apellidos y profesiones de rostros desconocidos, presentados como fotografías.

Entre todos los apellidos y profesiones que se dieron, existía una coincidencia con Baker, ya que se incluía como profesión (panadero) y como apellido (Panadero). Luego de indicar las variables para cada fotografía, se les pidió a los participantes recordar ambas, mostrándoselas nuevamente luego de un periodo de tiempo. Los cuatro investigadores a cargo se aseguraron de mantener una frecuencia igualitaria entre todas las variables (no había profesiones o apellidos que se repetían más que otros) y de eliminar de las fotografías cualquier indicador de la profesión (como podría ser el delantal de un médico).

"La recordación de nombres fue mucho más baja que la de ocupaciones", escribe al respecto Cohen, explicando la curiosa paradoja que decidió llamar Baker-baker: "El aspecto más desconcertante de los resultados fue (...) encontrar que la palabra Baker presentada como nombre fue más difícil de recordar que la misma palabra (baker) presentada como ocupación".

Cohen, cuya expertise profesional se centra específicamente en la memoria para los nombres y los efectos de la vejez en la memoria, añadía que no solo se trataba de ocupaciones. Cuatro años antes la misma psicóloga había publicado un estudio que indicaba que tanto ocupaciones, como nombres de lugares y hobbies eran recordados con mayor facilidad que nombres en todos los grupos de edad estudiados (desde 20 a los 80 años).

Nuestros nombres, un sinsentido

¿Han escuchado a alguien decir tal persona "tiene cara de Juan" o cualquier otro nombre? Suena y es ridículo porque la gran verdad es que no hay nada más aleatorio y poco significativo que nuestros nombres, más que allá de una inspiración del momento de nuestros padre o un tributo a algún familiar distante (o incluso a algún famosillo de la época). Es por ello que nuestro cerebro le cuesta tanto recordarlos.

Tomemos la versión hispana de la paradoja: Panadero-panadero. Al escuchar la profesión se activa la unidad semántica en nuestros cerebros que incluye otras palabras relacionadas (como harina o uslero), imágenes (un delantal de cocina o la panadería de tu barrio) e incluso olores, que asociamos en conjunto al rostro de la persona. Al escuchar el apellido Panadero no sucede nada, es una unidad vacía de significado que no evoca lo que una profesión o un hobby evocan. Pregúntese si alguna vez conocer a alguien con el apellido Castillo, esto lo ha llevado a la era medieval, un Guerra lo ha hecho pensar en batallas, o un Ríos lo ha transportado a una romántico paseo en bote. Probablemente, no. 

A algo similar apuntaba Shakespeare cuando en Romeo y Julieta, Romeo Montesco le dice a su amada ¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa tendría la misma fragancia con cualquier otro nombre, queriendo decir que el nombre no cambia las propiedades del objeto. Es decir, todo lo que asociamos a "rosa" o "panadero", va más allá de solo la palabra.

El nombre "rosa" es una convención social que podría eventualmente cambiar, no así su fragancia y belleza que es inherente a la flor. Romeo le decía a Julieta que no era su apellido lo importante, que en este caso sí despertaba otras asociaciones ya que se trataba de una poderosa familia y rivales de los Montesco, sino sus características, que comparaba con las de una rosa. Oh, Romeo, que galán.

A diferencia de Romeo Montesco y Julieta Capuleto, nuestros nombres y apellidos, por lo general, no despiertan ninguna asociación. Si bien los apellidos nacieron con algún tipo de sentido (para indicar, por ejemplo, la profesión, como Panadero, o el lugar donde se vivía, como Lagos), con los siglos se fue perdiendo el enlace, vaciándolo de asociaciones.

Camino cognitivo

Cohen explica visualmente el por qué de esta paradoja, sirviéndose de un modelo desarrollado por los psicólogos Vicki Bruce y Andrew Young (1986).

En su versión simplificada consta de tres etapas que muestran el camino cognitivo desde ver un rostro a recordar el nombre:

Primero reconocemos un rostro como familiar, "Mmm, su cara me suena". Luego se activa un nódulo donde la información biográfica y contextual se almacena, "¡Ahh, es el abogado". Y de ahí se pasa a un siguiente nódulo terminal donde se almacenan los nombres: "¡Juanito el abogado!". Este último nódulo, nota Cohen, "solo puede ser accedido a través del nódulo de identidad de la persona (el segundo). No hay un enlace directo entre cara y nombre (...) el modelo predice que debería ser imposible recordar el nombre de la persona sin antes recordar sus detalles de identidad".

Varios experimentos, como el de 1987 donde Cohen posteriormente identificó el efecto Baker-baker, afirmaron la predicción: en muy pocos casos los participantes pudieron recordar el nombre y no la ocupación.

Un nombre es tan olvidable como una palabra inventada

Cohen no solo se ha dedicado a transmitir lo que otros han descubierto, sino que también ha conducido sus propios y muy interesantes experimentos. Dos de ellos, publicados en su paper de 1990, buscan medir el nivel de recordación de profesiones, apellidos y palabras inventadas. ¿Cómo es esto?

En un primer experimento mostró 12 fotografías a participantes. Para cada imagen se indicaba un apellido, profesión y una palabra inventada (ej. Este es el señor Pérez. Él es escultor. Él es babamo). En una segunda variación indicaba nombre, profesión y un objeto de posesión (ej. Este es el señor Soto. Él es Contador. Él tiene un perro). Para este caso se evitaron apellidos con algún tipo de significado potencial como Baker o West (Panadero y Oeste).

Luego Cohen realizó cuatro rondas para medir los niveles de recordación de cada fotografía. En la variable de la palabra inventada, la ocupación fue recordada, en promedio, en 37 de estas 48 instancias, mientras que el apellido solo en 19 y la palabra inventada en 17. Las cosas cambiaron en la variable de la posesión real: La ocupación fue recordada, en promedio, en 37 instancias, el apellido en 24 y la posesión en 30.

El ejercicio le permitió a Cohen concluir que un nombre o apellido es tan poco recordable como una palabra que no existe. "Los hallazgos de este experimento son consistentes con la percepción de que los apellidos son tratados como palabras sin significado", escribió la psicóloga.

¿Y si un apellido tiene sentido?

¿Pero qué sucede con apellidos que sí tienen un significado, aunque sea lejano, como Baker? ¿Facilitaría su recordación en comparación con otros apellidos sin significado claro? Cohen buscó una respuesta con un segundo experimento.

En este mostró las mismas 12 imágenes del primer experimento, pero a tres grupos distintos: En uno presentó cada fotografía con un apellido con significado y una profesión inventada (ej. Este es el señor Panadero. Él es un babacador). En un segundo grupo se invirtió el sentido, al dar un apellido sin significado y una profesión real (ej. Este es el señor Babacador. Él es panadero), y finalmente en un tercer grupo dio un apellido con significado y una profesión que fuese conflictiva con el apellido (ej. Este es el señor Panadero. Él es zapatero). Posteriormente realizó cuatro rondas de recordación para cada fotografía.

Los resultados fueron curiosos. En el primer grupo se desarmó completamente la paradoja de Baker: En promedio se recordaba el nombre con significado en 29 de las 44 instancias de recordación, y solo en 17 de ellas la profesión inventada. En el segundo grupo, al invertir las cosas, el apellido sin significado fue recordado en 21 instancias, y la profesión real en 28. Finalmente, en el grupo donde apellido y profesión chocaban, el nombre fue recordado en 23 instancias, y la profesión en 32.

La psicóloga concluye que es el significado de las palabras y no el lugar o categoría que ocupa (ej. ocupación, nombre o hobby) lo que facilita su recordación, fue por ello que la profesión inventada fue tan poco recordada y que "los nombres (y apellidos) pueden recordarse tanto como las profesiones, si es que tienen significado y no crean conflicto (como se vio en el tercer grupo)".

Otros factores

Pero el efecto Baker no es el único culpable. Un estudio hecho en 2012, encontró que la simple falta de interés es un factor importante. Y no siempre es consciente.

Un ejemplo clásico es cuando nos introducimos a un grupo que no conocemos. Como tratamos de dar una buena primera impresión, ponemos especial atención en qué decimos y cómo nos movemos y se cierra la puerta a los estímulos externos. Pasa el cortejo social, y segundos después nos alejamos del grupo sin haber registrado ni un solo nombre. Invictos.

ENTONCES ¿CÓMO #$%& RECUERDO UN NOMBRE?
¡Qué no cunda el pánico! En el Definido ya tenemos cubierto eso.

¿Eres bueno para recordar nombres? ¿Tienes algún "truco" que te sirva?

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Comentarios
MariaJose Bustamante | 2015-06-03 | 14:57
5
Yo repito el nombre de la nueva persona cuando la saludo. "Ella es Juana" "Hola Juana", y luego la asocio a alguien que conozco "Juana, como Juana la Loca" (lo pienso, no lo digo) y así me ayuda a recordar después su nombre.
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Marco Canepa | Editor | 2015-06-03 | 15:27
0
Sip, poner atención es fundamental. Y lo segundo es intentar alguna asociación que facilite la recordación.
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Francisco J. Lastra | Colaborador | 2015-06-05 | 09:21
0
¡Buena técnica!
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Paper Luis | 2015-06-03 | 15:26
2
Me asumo pésimo para recordar nombres.
Ante eso, no me esfuerzo mucho por hacerlo y, como tuteo a todo el mundo, no uso mas el nombre de pila de la persona.

Si el nombre de mi esposa me lo aprendí como a la 5 vez que salimos...
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Marco Canepa | Editor | 2015-06-06 | 08:58
0
O quizás ella se rindió y aceptó el que le pusiste XD
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Mauricio Melo | 2015-06-03 | 19:24
3
La verdad es que no recue.... Quienes son ustedes?
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Sebastián Cáceres | 2015-06-03 | 22:23
2
Hubo un tiempo en la anatomía donde las partes se llamaban segun quién lo descubría primero. Me contaron que era horrible
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Humberto Avalos Leon | 2015-06-07 | 14:52
1
En los practicos de Anatomia en las carreras de salud. los kinesiologos Clasicos aplican eso y como comentas. es un martirio porque queda a mercer de la objetividad del profesor.
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Mario Canto | 2015-06-03 | 22:59
3
Nueva carrera en el instituto aplaplac! Técnico en babacador.
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Marco Canepa | Editor | 2015-06-06 | 08:59
1
Querrás decir "ingeniería en aplicación de babacados"
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