leyes suntuarias, control, historia, Edad Media, indumentaria, ropa, vestimenta
Imagen: César Mejías

La verdadera "Fashion Police": cuando seguir la moda podía llevarte a la cárcel

La democracia y la libre elección a la hora de vestir es algo bastante nuevo en la historia. Hasta hace no tanto tiempo terminar multados, o incluso presos, por transgredir ciertas normas en relación a la ropa era una posibilidad bastante real.

Por Alejandra Concha Sahli | 2018-03-27 | 17:00
Tags | leyes suntuarias, control, historia, Edad Media, indumentaria, ropa, vestimenta
Hoy tenemos la suerte de vestirnos, casi siempre, como se nos dé la gana y, salvo que nos baje por pasearnos en la calle como Dios nos trajo al mundo, podemos agradecer que no terminaremos presos por nuestras elecciones de vestuario
Relacionadas

Probablemente muchos recordarán la polémica surgida hace poco más de un año y medio en las playas del sur de Francia, luego de que los alcaldes de varias ciudades costeras decidieron declarar el uso del burkini como ilegal, aduciendo que iría en contra de los valores laicos del país. Quizás la imagen más sorprendente era la de dos policías armados obligando a una mujer en la playa de Niza a quitarse esta prenda, que permite a algunas mujeres musulmanas disfrutar del verano sin vulnerar sus creencias religiosas.

Sin embargo, este tipo de prohibiciones las hemos visto muchas veces antes en la historia.

Cerca del año 1437, un grupo de mujeres venecianas enviaba a Roma una petición en la que solicitaban al papa de ese entonces, Eugenio IV, una dispensa de las leyes que les prohibían usar ciertas prendas de vestir y regulaban la forma de otras, consideradas por las autoridades escandalosas y perjudiciales, tanto desde el punto de vista moral como económico. El papa les dio la razón, probablemente no sin provocar el enojo de las autoridades de la ciudad, que buscaban imponer reglas en la forma de vestir de sus habitantes, especialmente de las mujeres, pero también en los hombres, para preservar la moral y las buenas costumbres. ¿Leyes acerca de cómo vestirse?

Así es, y la verdad es que si echamos una mirada hacia el pasado, veremos que la democratización y la libertad en el vestido, que hoy damos por sentadas, es un privilegio bastante moderno. Todos los que fuimos obligados a usar el odiado uniforme escolar podemos empezar a sentirnos más que agradecidos de que esta forma de tortura moderna haya sido impuesta solo por un tiempo acotado de nuestras vidas.

No fue así para nuestros antepasados pues, desde el Imperio Romano en adelante, muchos ciudadanos de este mundo debieron obedecer diversos tipos de normas, conocidas como “leyes suntuarias”, que buscaban regular el ser y parecer de los habitantes, y en gran parte mantener las distinciones sociales.

Regulaciones hasta la última puntada

Estas medidas empezaron a multiplicarse en diversas partes de Europa hacia fines de la Edad Media y se volvieron cada vez más comunes desde el Renacimiento hasta hace solo un par de siglos atrás, e incluso menos: durante la Segunda Guerra Mundial, entre las medidas de austeridad tomadas tanto por Gran Bretaña como por EEUU, se incluyeron reglamentos que normaban los diseños de ropa, especialmente la femenina, dictaminando todos sus detalles, desde el largo de las faldas, hasta el ancho de las mangas de los abrigos o el número de botones que podían tener los vestidos.

Y recién en el 2013 se abolió finalmente en Francia una ley del año 1800 que prohibía a las mujeres usar pantalones, “salvo por motivos de salud”. Obviamente la ley fue escasamente obedecida, especialmente a partir del siglo XX.

Históricamente estas leyes respondían a diversos propósitos. El primero estaba justamente expresado en el nombre, pues buscaban regular el lujo, la extravagancia, es decir, los bienes suntuarios –que incluían muchas veces también la comida y las fiestas–. En principio era para proteger la economía: por una parte, había un cierto afán proteccionista para privilegiar las telas locales versus aquellas importadas. Al mismo tiempo, las autoridades no querían que, en sociedades con cada vez mayor poder adquisitivo, los habitantes más ricos se pusieran a derrochar, no solo para mantenerse siempre a la última moda, pero también para ostentar su riqueza.

Y es que el “dime con quién andas y te diré quién eres” debería reemplazarse para esta época por un “dime cómo te vistes y te diré quién eres”, porque era justamente a través del vestuario que las personas mostraban no solo sus oficios, sino que también a la clase social a la que pertenecían. La ropa era uno de los principales medios para identificar el lugar que una persona ocupaba en la sociedad y las personas tenían el ojo entrenado para distinguir inmediatamente a un noble de un mercader o de un panadero. Por esto, cuando la burguesía comenzó a surgir en las ciudades europeas y empezaron a tener el dinero suficiente para comprar telas tan caras como las que usaban los nobles, las autoridades comenzaron a publicar leyes para evitar que los primeros imitaran y se confundieran con estos últimos, y quienes se vestían por encima de su clase social podían ser multados y hasta detenidos.

El largo de las colas de los vestidos, la forma y el ancho de las mangas y el tipo de tela, todo estaba normado porque todo indicaba el estatus social. Las telas, especialmente de colores más fuertes y de tejidos más complicados como los brocados, eran particularmente caras. Por ende, vestidos en los que se usaba más tela mostraban que la persona era más rica.

Así también ciertos materiales y colores estaban reservados para ciertas clases sociales: en Inglaterra solo los reyes podían usar piel de armiño, y en general el uso de las pieles estaba reservado para la nobleza, al igual que las telas tejidas con oro, como lo muestra una ley promulgada por la reina Isabel I, mientras que nadie bajo el rango de caballero podía usar terciopelo. Para engañar al sistema, muchos optaban por usar las telas y pieles prohibidas en el forro de las prendas, pero siempre cuidando que se asomara por las mangas o el cuello, con lo que técnicamente no violaban la ley pero lograban igualmente ostentar su fortuna.


Reina Isabel I, ella sí que podía usar "de todo" y en gran cantidad.

Lo mismo pasaba con algunos colores, como los rojos y azules intensos, pues las tinturas para producirlos eran extremadamente escasas y caras. El llamado azul alessandrino era un tono difícil de obtener, resultado de la mezcla de tres tintes distintos, lo que lo hacía particularmente costoso y deseado por las élites. El rojo fuerte se producía a partir de insectos como el kermes (de donde deriva la palabra carmesí), y se necesitaban miles de ellos para producir unos cuantos gramos de tinte, por lo que había que ser enormemente rico para poder comprar telas de este color. Algunos reyes, como Enrique VIII, reservaban el rojo escarlata para su uso exclusivo, porque nadie podía osar mostrar ser más rico que el rey.

Estas restricciones en el uso de los colores estaban lejos de ser nuevas. Ya en la antigua Roma los emperadores se habían reservado el derecho de usar el color púrpura imperial o de Tiro, logrado a partir de un costoso tinte hecho en base a unos caracoles llamados Murex. Para el resto de los romanos, las leyes indicaban que solo los ciudadanos podían usar la toga, con bandas de colores que indicaban el rango.

Ropas inmorales

Otra motivación detrás de este tipo de reglamento era el velar por la “decencia” y frenar la vanidad de los habitantes. Los sospechosos de siempre tendían a ser las mujeres – en Florencia los encargados de fiscalizar eran los “oficiales de las mujeres”, ufficiali delle donne, en las que recaía siempre más control que en los hombres, pero los representantes de este género estaban lejos de salvarse.

En muchos lugares la moda masculina de usar calzas apretadas a la vista, como consecuencia del acortamiento de la túnica, fue declarada como indecente, por mostrar demasiado la silueta del cuerpo y porque eran originalmente parte de la ropa interior. Lo mismo pasaba con los zapatos con largas puntas ­– el último grito de la moda en las cortes europeas de los siglos XIV y XV – que fueron infructuosamente prohibidos en varias ocasiones.


Quién diría que una prenda inocente como ésta podría causarte tantos problemas.

Así también, en 1662 el joven hijo de un tejedor de un pueblito en el sur-oeste de Alemania recibía una multa que correspondía al sueldo de dos semanas, por la terrible ofensa de usar unos pantalones muy anchos ­–una moda a la que no tenía derecho porque estaba por encima de su rango social–, y que le serían confiscados si osaba con volver a ponérselos.

Por el lado de las féminas, las regulaciones era en general mucho más variadas, pero en general siempre enfocadas en mantener el recato. Una buena parte de las leyes buscaban regular los escotes, no solo en cuánta piel mostraban, sino también el cómo estaban decorados, pues esto último era considerado la ostentación e indecencia máxima en algunos casos. El uso de los tocados para adornar la cabeza era también constantemente vigilado.

Los marginados tampoco se salvaban

Otro tipo de leyes que regulaban el vestido estaban orientadas a marcar a ciertos grupos de la población también aparecen hacia fines de la Edad Media. Así, en muchas ciudades de Europa las prostitutas debían ser claramente distinguidas según ciertas prendas de vestuario, aunque estas solían variar de un lugar a otro.

En Venecia y Pisa, por ejemplo, quienes ejercían la profesión “más antigua del mundo” debían llevar amarillo; en Milán la indicación era usar una capa negra; en Florencia debían poner campanitas en sus capas, mientras que en ciudades de Francia no podían llevar velos, pues era el signo que indicaba a las mujeres respetables.

Al mismo tiempo, Florencia y Siena trataron proscribir los zapatos de taco alto, los guantes y los cinturones, al permitir que solo las prostitutas pudieran llevarlos. Nos podemos imaginar que, entre tanta regla distinta, más de algún confundido viajero debe haber cometido el infortunado error de hacerle una propuesta indecente, ¡a la dama equivocada!

Judíos y musulmanes también debían, en muchos lugares, llevar prendas o símbolos distintivos. Así pues la infame estrella de David amarilla que los Nazis obligaron a los judíos a llevar estaba lejos de ser un invento propio. Se habría impuesto primero en el mundo árabe islámico, para luego llegar a Europa.

Ya en el año 1215 bajo el papa Inocencio III se promulgaba un decreto que indicaba que quienes pertenecían a cualquiera de estas dos religiones debían poder ser claramente distinguidos de los cristianos. Los musulmanes comúnmente debían llevar una insignia en forma de medialuna, mientras que para los judíos la forma de identificación variaba de un lugar a otro: en Inglaterra debían llevar un pedazo de tela amarillo que simbolizaba las Tablas de la Ley en el pecho; en Francia era un círculo amarillo o mitad blanco y rojo; en Barcelona debían vestirse de verde claro y llevar una insignia redonda amarilla con el centro rojo; en Roma debían los hombres debían llevar una capa roja y las mujeres un delantal del mismo color. A esto se le sumaba un sombrero en forma de cono que pasó a ser parte del atuendo típico que identificaba a este grupo.

Este tipo de leyes fue siempre, sin embargo, difícil de implementar.

Por un lado, mantenerse al día no era fácil y, muchas veces, para cuando una regla determinada era impuesta, aquello que penalizaba ya había, literalmente, pasado de moda. Por otro lado, los infractores, especialmente las mujeres, buscaban siempre nuevas formas de ingeniárselas para evadir o confundir a los fiscalizadores. Así como cuando uno se escapaba del inspector del colegio, muchas mujeres buscaban esconderse, refugiándose especialmente en las iglesias – consideradas como lugares de asilo – al avistar a algún oficial. Y si no lograban escaparse siempre podían recurrir a la retórica, a cambiar los nombres de las prendas o a modificarlas en el acto para convencer que, técnicamente, no estaban fuera de la ley.

Hoy tenemos la suerte de vestirnos, casi siempre, como se nos dé la gana y, salvo que nos baje por pasearnos en la calle como Dios nos trajo al mundo, podemos agradecer que no terminaremos presos por nuestras elecciones de vestuario. Igual, con los llamados ­–y en general aborrecidos– dress code profesionales, de una manera u otra este tipo de regulación sigue vigente. Por esto expresamos toda nuestra simpatía para los pobres oficinistas que no tienen otra opción que andar de chaqueta y corbata cada verano mientras caen los patos asados.

Suits GIF

¿Conocías las leyes suntuarias? ¿Qué otras regulaciones sobre la ropa agregarías?

¿CÓMO TE DEJÓ ESTE ARTÍCULO?
Feliz
Sorprendido
Meh...
Mal
Molesto
Comentarios
Argaen | 2018-03-28 | 01:12
1
Hay dos datos interesantes que conozco sobre este tema:
1) en la antigua Roma, la toga era un vestido tan incómodo que había una ley que obligaba a los senadores a vestirse con toga para entrar al senado. Lo que se ve en las películas donde todos los romanos usan toga es ficción.
2) los piratas del caribe trataban de vestirse elegantes, con sombreros con plumas, chaquetas largas y camisas con vuelos (por ejemplo, como el Capitán Garfio) porque estaba prohibido en su época y así se burlaban de la nobleza.
responder
denunciar
apoyar
* Debes estar inscrito y loggeado para participar.
© 2013 El Definido: Se prohíbe expresamente la reproducción o copia de los contenidos de este sitio sin el expreso consentimiento de nuestro representante legal.