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Imagen: César Mejías
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5 claves para no fallar a la hora de establecer el apego con nuestros hijos

Si de crianza se trata, el apego es uno de los conceptos que más se ha hecho famoso en los últimos tiempos. En esta Guía para Padres, una mirada a sus implicancias y consejos prácticos para lograr el mejor vínculo con nuestros hijos.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2017-06-12 | 12:08
Tags | apego, crianza, seguridad, emociones, temperamento, padres, hijos

El “apego” nos suena un concepto muy abordado, pero ¿cuánto entendemos lo que significa e implica en la vida de nuestros hijos? ¿Somos de los que creemos que por el solo hecho de amamantar estamos “haciendo apego”, o de aquellos que creen que es un invento de la nueva psicología?

Qué es

Cuando se habla de apego, inmediatamente pensamos en la primera infancia, pues este concepto se refiere al vínculo afectivo que se establece tempranamente entre un recién nacido y sus padres o cuidadores primarios.

Pero el apego no es algo que se restrinja solo a los primeros años de vida, y va mucho más allá del período de lactancia. Es un proceso psicológico y relacional que atraviesa toda la vida de las personas y está íntimamente ligado con la forma en que miramos y comprendemos el mundo y las relaciones.

Cuando un niño nace es totalmente dependiente, tanto en su capacidad de satisfacer sus necesidades básicas como en el aspecto emocional, pues necesita de otros que lo ayuden a regularse y a lograr estados de calma. Justamente ese es uno de los principales roles que desempeñan los padres en los primeros años de vida, pues a través del contacto físico, las caricias, el tono de voz, el acurrucar y sostener al pequeño, junto con la satisfacción de las necesidades de alimentación, sueño, o temperatura, le van ayudando a estar tranquilo y sentirse bien.

Cuando un niño experimenta que sus cuidadores son sensibles frente a lo que él necesita y responden de forma acorde y consistente, va desarrollando una sensación de profunda confianza. Aprende a confiar en que el mundo es un lugar bueno y no amenazante, y que es posible contar con los demás, pues podrán ayudarnos cuando lo necesitemos. Este patrón relacional es lo que constituye un vínculo de apego seguro.

Por el contrario, cuando los padres, por diversas razones, no logran ver al niño y sus reales necesidades o no son capaces de satisfacerlas de un modo consistente, el pequeño comienza a sentir que el mundo en el que habita es un lugar potencialmente peligroso y que las relaciones interpersonales no siempre son seguras. Es así como pueden surgir patrones de apego evitativos (cuando los cuidadores primarios fueron fríos, distantes y poco responsivos frente a las necesidades del niño) o ambivalentes (cuando las figuras de apego fueron muy impredecibles, respondiendo algunas veces de forma intensa frente a las necesidades del niño y mostrándose poco disponible en otras ocasiones).

Si bien estos tipos de apego se originan en la primera infancia, es importante entender que se constituyen en verdaderos modelos mentales, que actúan como “filtros”, pues definen una serie de creencias y expectativas respecto a las relaciones con el mundo y con los demás. Estos modelos son automáticos e inconscientes y comprenden un patrón emocional, cognitivo y conductual, por lo que guían en gran medida el estilo de interacciones y los comportamientos que cada persona tiene hacia los otros.

Estilos de apego

Una persona que logró establecer un apego seguro, desarrolla un modelo mental que le permite confiar en sí mismo, en sus propias capacidades y también en los demás. Por esto son personas que se orientan hacia las relaciones interpersonales y buscan estar y compartir con otros. En general, son personas que intentan equilibrar la cercanía con la autonomía y logran reconocer el estrés, modulando sus afectos.

Por su parte, quien tuvo un apego de tipo evitativo, tenderá a dudar y sospechar de los motivos de los demás, lo que lo llevará a mantenerse distante en las relaciones, con dificultades para generar espacios de intimidad, pues son personas que sobrevaloran su independencia y autonomía. Tienden a controlar los afectos, reprimiéndolos o minimizándolos.

El estilo de apego ambivalente va dando origen a un modelo mental caracterizado por creer que los demás son complicados y difíciles de entender. Suelen ejercer poco control sobre sus propias vidas y desean de forma intensa la intimidad, muchas veces en desmedro de la propia autonomía. En general, son personas que le temen al rechazo y que intentan ser colaboradores y manejar sus afectos para ser aceptados.

Decimos en general, porque obviamente puede haber excepciones en todos los casos que estén impulsadas por otras experiencias o por temas de personalidad.

5 claves para establecer un apego seguro

Cuando comprendemos en profundidad el sentido del apego y la relevancia que este proceso tiene en la construcción de la propia personalidad, se reafirma la importancia que tiene el establecer con los hijos un vínculo seguro, que le permita confiar, primero en sus padres y luego en el resto del mundo. Algunas claves para ello:

1. Date el tiempo para estar con tu hijo aunque sea muy pequeño. El tiempo que le dedicas, es la mejor forma de conocerlo, aprender a detectar e interpretar su lenguaje no verbal y así responder de forma consistente. Por ejemplo, los padres van aprendiendo a identificar cuando el llanto es de hambre, de cansancio o de aburrimiento y así pueden ayudar al pequeño a restablecer la calma.

2. Busca reconocer las características del temperamento de tu propio hijo. Desde que los niños nacen tienen ciertas características individuales y propias que lo hacen ser único. Algunos niños son más tranquilos y plácidos, mientras que otros son más activos y demandantes. Algunos reaccionan a los estímulos de forma intensa, mientras que otros tienen reacciones más moderadas. Todo esto constituye la base sobre la que se construirá su personalidad y en la medida que lo identifiquemos y aceptemos, podremos vincularnos mejor con el pequeño.

3. Usa el lenguaje corporal para conectarte y comunicarte. Los niños en la primera infancia tienen una inteligencia intuitiva y sensorial, por lo que captan el mundo a través de su cuerpo. En la medida que los acariciemos y contengamos físicamente les estamos transmitiendo una sensación de seguridad.

4. Aprovecha las rutinas de la vida diaria para vincularte con él, mostrándole que estás disponible. Trata de que estos momentos sean agradables para ambos, por ejemplo, incorporando juegos y canciones. El momento de bañar, vestir o alimentar al niño, pueden ser espacios de gran conexión.

5. Busca espacios y momentos en los que tú mismo te “nutras” emocionalmente. Realiza actividades te motiven, que te hagan bien y trabaja el “autocuidado”, porque esto te permitirá estar en un estado afectivo más disponible para el niño, y te ayudará a conectarte con él.

¿Nos determina el apego?

Si bien los modelos mentales establecidos por los distintos tipos de apego se arraigan profundamente en la personalidad y son muy importantes para el desarrollo de una persona, esto no significa que estemos determinados completamente por nuestras primeras experiencias de vida. Existen condiciones que, guiadas por la ayuda de un profesional, pueden favorecer el cambio y acomodamiento de estos patrones emocionales y cognitivos. 

¿Qué otras maneras de fomentar un apego seguro recomendarías?

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