Joaquín y Carla tienen dos hijos: Manuel de 6 años y Julieta de 3. Era domingo y estaban en la casa haciendo los preparativos para un almuerzo con la familia de Joaquín. Carla estaba cocinando y él leía el diario muy concentrado. Julieta se acercó a su mamá y le dijo “Mamá ven a ver la tarjeta que le estoy haciendo al tata”, a lo que ella responde “Voy altiro”, cosa que no ocurre. Como su mamá no fue a ver su trabajo, ella buscó la tarjeta y se acercó a su papá para mostrársela “Papá, mira la tarjeta que le hice al tata” y él le dice “Que linda” sin despegar los ojos del diario y con un tono de muy poco entusiasmo. Luego suena el timbre y llegan los invitados.

Entra el abuelo a la casa y saluda a Manuel, pero éste, que estaba muy concentrado jugando a los autitos, no le saluda de vuelta, por lo que el abuelo le dice “Eres tan pajarón, vives en la luna”. 

Es la hora de pasar a sentarse a la mesa y Julieta se queda sentada sobre su papá mientras todos almuerzan. Dentro de la conversación se ponen a decir que Julieta es muy mañosa y demasiado regalona, que hace lo que quiere y le aguantan el mal carácter que tiene. Hablan de ella como si no estuviera presente.

Más tarde, los niños se ponen a pelear y Joaquín, furioso por el escándalo con los abuelos presentes, se acerca a la escena y le grita a Manuel “¡Cabro de mier..., cómo se te ocurre dejar a tu hermana llorando!”. La mamá interrumpe el reto y comienza a darle un sermón a Manuel, quien trata de explicarle lo que pasó, pero ella no le da espacio para hablar.

Los abuelos se van y Carla empieza a ordenar y le pide a Joaquín que la ayude, pero él le dice que está cansado. Carla se enfurece y le dice “Trabajé todo el día para darte en el gusto y atender bien a tus papás y no eres capaz de ayudar en nada” y se enfrascan en una dura discusión.

Después de discutir, el papá se acerca a los niños y en tono sarcástico les dice “Se portaron súper bien hoy, se los agradezco” y los niños se quedan pensando ¿no nos retaron toda la tarde?

Comunicación contradictoria

La mayoría de las personas reconoce y acepta la premisa de que la comunicación es un factor clave dentro de las relaciones humanas. Todos queremos comunicarnos bien dentro de nuestra familia, sin embargo, muchas veces sin darnos cuenta, incurrimos en importantes errores a la hora de comunicarnos con nuestros hijos. En el caso anterior, podemos ver 6 situaciones características de una comunicación poco funcional:

1. Inconsistencia entre lo que decimos y hacemos. Cuando Julieta le pide a su mamá que vaya a ver la tarjeta que hizo, ella le dice “voy altiro” pero no va: dice una cosa pero hace otra. Con esto dañamos la confianza, elemento sobre el cual se basan las relaciones. La palabra empeñada sustenta la confianza y si no se cumple lo que se dice, no se puede seguir creyendo. Se pierde el valor que tiene la palabra y esto crea sensaciones de inseguridad para el futuro, porque el niño no tendrá la certeza de lo que sus padres digan será cierto.
2. Lo que decimos sin palabras. Cuando Joaquín le dice “que linda tu tarjeta” sin siquiera mirarla, lo que está haciendo es hablar con su actitud más que con sus palabras. Muchas veces se cree que con las palabras basta, cuando éstas sólo ocupan el 7% del mensaje enviado, según la teoría del psicólogo Albert Mehrabian. Si no se acompañan de un correlato no verbal (tono, gestos, actitud), para el otro no tiene ningún valor. Los niños son muy concretos, para ellos pesa más lo que ven que lo que escuchan. En este caso, el mensaje que le llegó a Julieta fue “No tengo tiempo para ti, me estás interrumpiendo”. Si no nos hacemos conscientes de los mensajes no verbales que enviamos a nuestros hijos, ellos pueden entender cosas muy distintas de las que queremos decirles y eso puede causarles daño.
3. El peso de las palabras. Cuando el abuelo le dice a Manuel que es pajarón y cuando en la mesa hablan de Julieta como si ella no estuviera o no entendiera lo que dicen sobre ella, los estaban etiquetando. Los adultos no siempre le tomamos el peso a lo que decimos de los niños frente a ellos. Las palabras tienen un peso importante sobre las vivencias del niño y sobre su autoimagen y con ellas se puede generar el efecto de la profecía autocumplida.
4. Ejemplo inadecuado de interacción. Cuando Joaquín le dice un garabato a Manuel y cuando los papás pelean en tono agresivo, están siendo modelos de un modo de relacionarse que no queremos que ellos repitan. Pedimos al niño que sea respetuoso con los demás, que trate bien a sus hermanos, etc., pero muchas veces no somos ejemplo de ello en la forma en que nosotros tratamos a los otros. Además, la relación entre los padres es un modelo comunicacional el cual los niños tienen como referente. Lo miran y aprenden de él. Así mismo, el mal trato entre los padres genera en ellos desconfianza.
5. No escuchar. Cuando la mamá sermonea a Manuel sin dejar que él exprese sus sentimientos, no se preocupa por escuchar sino sólo por ser escuchada. Esto también genera falta de confianza en el niño, porque siente que lo que él tiene que decir no tiene valor. No es validado y no se siente reconocido, por lo que aprende a no expresarse.
6. Uso de la ironía. Manuel le dice a los niños en tono sarcástico que se portaron muy bien, pero por su desarrollo cognitivo, el niño no es capaz de entender una ironía, por lo que el mensaje lo confunde y hace que sienta desconfianza de su padre, porque no sabe qué se espera de él.

Usted, dígalo bien

La comunicación es parte de nuestra naturaleza humana, por lo que es imposible no comunicar. Con cada cosa que hacemos, gesto, mirada, actitud corporal, transmitimos y comunicamos algo al otro. Es importante reflexionar sobre las formas y estilos comunicativos que adoptamos como padres, ya que eso incide en el vínculo y en la relación que vamos estableciendo con nuestros hijos. Si logramos comunicarnos de forma auténtica y empática (asumiendo la postura y mirada de la realidad que tiene un niño de la edad de nuestro hijo), estamos sentando las bases de una relación de respeto, seguridad y confianza. 

Qué decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos es fundamental a la hora de comunicarnos con nuestros hijos, por eso es importante: 

• Dar espacios para escuchar al hijo.
• Ser modelo de un buen trato para relacionarse.
• Cuidar las formas en cómo decimos las cosas.
• Elegir bien las palabras que usamos para cada edad.
• Ser conscientes de los mensajes no verbales que entregamos.
• Prestarles atención cuando hablan.
• Cumplir lo que decimos.
• Tener cuidado con lo que decimos frente a ellos y sobre ellos.
• Decirles siempre la verdad, nunca mentirles.

Como padres pensamos que tenemos mucho que decir: conocimientos que entregar, verdades que transmitir. El problema es que a veces nos olvidamos de dar espacios para que el propio niño diga lo que tiene que decir, otras veces anulamos o damos poca importancia a lo que el niño expresa y otras no somos capaces de leer y comprender lo que el niño nos está diciendo a través del lenguaje no verbal (por ejemplo, con cambios abruptos en su estado de ánimo o conducta). Ser padres consiste en gran medida en aprender a descifrar lo que nos quieren decir los hijos y ponerlo en palabras, de manera de ayudar al propio niño a comprenderlo.

Para empezar a comunicarnos con nuestro hijo no necesitamos esperar a que desarrolle el lenguaje oral (aprenda a hablar). Desde incluso antes de su nacimiento ya le estamos comunicando cosas y una vez que nace lo hacemos de forma más clara y explícita, desde la forma en que lo miramos hasta como lo abrazamos, todo eso ya le transmite un primer mensaje. Por eso hay que procurar que éste sea de tranquilidad, de confianza y sobre todo, de amor incondicional.