“El mundo se ha olvidado de la salud mental de los adolescentes”, es una frase que se viene escuchando hace ya un buen tiempo, y que tiene su base en el aumento que han demostrado los índices de suicidio infanto- juvenil en los países de la OCDE.

En Chile, el escenario nos plantea un enorme desafío. Nuestro país cuenta con la mayor tasa de aumento de suicidio de de los países de la OCDE, duplicando al resto; y el suicidio adolescente incluso se triplicó entre los años 1990 y 2012, convirtiéndose en la segunda causa de muerte en jóvenes entre 15 y 19 años, y en la primera causa de muerte por causas externas.

¿Quiénes son los más afectados de la población? Las mujeres de bajo nivel socioeconómico. Según estudios del año 2005, 2 de cada 5 niñas que cursaban entre 7° Básico y I° Medio habían pensado en la muerte e ideado un plan para quitarse la vida; y que en poblaciones indígenas las tasas de pensamiento suicida eran de 2 a 7 veces más alta, comparada con el resto de la población.

Las principales causas que llevan a los jóvenes al suicidio son los trastornos depresivos, la bipolaridad, abuso de sustancias, trastornos de personalidad, baja autoestima, entre otros desequilibrios mentales, como consecuencias directas de familias disfuncionales, abusos, acoso escolar o bullying.

Buscando enfrentar esta problemática, es que diputados presentaron un proyecto de Ley de Salud Mental, para garantizar tratamientos que hoy no están cubiertos por la salud pública y para que se reconozcan los derechos básicos de quienes padecen algún tipo de problema de salud mental. El proyecto está en trámite en la Comisión de Salud del Senado.

Pero eso no basta. El problema requiere atención urgente, porque la mayoría de los trastornos que afectarían la salud mental comienzan en la infancia o adolescencia. Para esto es fundamental su prevención, diagnóstico y tratamiento temprano, y una intervención directa del Estado, colegios y apoderados, para fomentar factores protectores y disminuir los factores de riesgo en nuestros niños y jóvenes.

Haciéndose cargo de lo anterior, es que la Juta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB) desarrolló el programa “Habilidades para la Vida”, que tiene como objetivo implementar estrategias estables y permanentes en los colegios para promover y prevenir la salud mental de niños y adolescentes, distinguiendo los principales riesgos y proporcionando estrategias concretas.

Los principales factores de riesgo

La Unicef señala que “si se educa en materia de salud mental a estas importantes partes interesadas, es posible ayudar a que los adolescentes aumenten sus capacidades sociales, mejoren su aptitud para resolver problemas y ganen seguridad en sí mismos, lo que a su vez puede aliviar los problemas de salud mental y evitar comportamientos arriesgados y violentos”.

Dentro de los factores de riesgo principales que los expertos recomiendan analizar y detectar en los jóvenes, para prevenir daños grandes y poder trabajar a tiempo, encontramos los siguientes:

- Falta de expectativas futuras

- Bajo rendimiento escolar

- Baja inserción social en el colegio

- Falta de destrezas sociales

- Escasa pertenencia a grupos

- Baja autoestima

- Baja capacidad de resolución de problemas

- Falta de motivación escolar y poca tolerancia a la frustración

- Conductas agresivas físicas o verbales

- Situación familiar irregular

- Presencia de maltrato (ya sea familiar o escolar)

- Conductas de riesgo sexuales, alcohol y drogas

6 habilidades que se deben trabajar con los adolescentes

La prevención es la clave y con ella, se hace indispensable aumentar las competencias sociales cognitivas y afectivas a temprana edad, que logren una convivencia escolar pacífica, aumenten el bienestar y calidad de vida y prevengan los daños en la salud mental, relacionados con la violencia, depresión y el consumo de alcohol y drogas. Y estas competencias sociales deben promulgarse en las familias y en los colegios, de forma conjunta y alineada.

El programa de JUANEB está diseñado para alumnos de segundo ciclo básico (5° y 8° básico), y las habilidades que buscan desarrollar en sus cursos de intervención, son las siguientes:

1. Reconocimiento emocional: reconocer las emociones en sí mismos y en los demás.

2. Respeto: hablar y actuar sin pasar a llevar a los demás ni a ellos mismos.

3. Compañerismo: es integrar a los compañeros a juegos, tareas y trabajo en equipo.

4. Valoración de virtudes: es destacar lo positivo y lo bueno de los compañeros y profesores.

5. Empatía: es ponerse en el lugar de los demás tratando de pensar y sentir como ellos lo hacen.

6. Comunicación asertiva: es decir lo que se piensa y siente de forma clara y sincera sin hacer sentir mal a los demás.

Dichas habilidades se deben reforzar tanto en el colegio como en la casa, y las estrategias que mejor funcionan para desarrollarlas, y que de paso promueven una convivencia escolar positiva e inclusiva, son el arte, el baile, la música, el deporte, los trabajos de investigación grupal de temas ligados al bullying o temáticas específicas, el invitarlos a proponer soluciones propias y grupales para evitar el acoso escolar, el preguntarles constantemente lo que piensan y sienten.

Por parte de los padres, es fundamental darse el tiempo de conocer a los compañeros y apoderados del curso, el asistir regularmente a las reuniones y actividades del colegio, el solicitar entrevista con el profesor o profesora jefe si se percibe una conducta de riesgo, y por sobre todo, mantener una relación de confianza con el menor, no sólo basada en la autoridad.

A nivel individual, estas intervenciones contribuyen a la disminución de problemas internalizantes y externalizantes y a fortalecer el desempeño académico. Además, generan efectos favorables en el ámbito de la familia y de la comunidad escolar, y se presenta un menor nivel de violencia y acoso escolar y un mayor comportamiento prosocial.

¿Qué otras medidas conoces o recomiendas para prevenir las depresiones en los adolescentes?