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Imagen: César Mejías

Cómo el contacto con la ciencia y la naturaleza está ayudando a cientos de presos

Si miramos desde otra perspectiva, el tiempo en prisión puede transformarse en algo muy valioso. Una ecóloga ha estado trabajando con prisioneros estadounidenses para elaborar proyectos de ciencia y naturaleza, y estos han sido los sorprendentes resultados.

Por María Jesús Martínez-Conde | 2017-09-25 | 07:00
Tags | prisión, cárcel, ciencia, naturaleza, confinamiento solitario
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La ecologista Nalini Nadkarni ha pasado su vida entera estudiando los bosques, escalándolos, analizando el musgo que crece en sus troncos y las pequeñas ranitas que comparten su hábitat. Sin embargo, hoy pasa gran parte de su tiempo en prisión… aunque no ha cometido ningún delito.

Es la gestora del Proyecto de Sostenibilidad en Prisiones (SPP, por sus siglas en inglés), que pretendende conectar a cientos de presos estadounidenses con la ciencia y la naturaleza. Los resultados de su iniciativa son impresionantes, pues no sólo ha logrado poner a los reclusos a trabajar en interesantes investigaciones, sino también ha podido calmar sus niveles de agresividad, con tan sólo ver videos de naturaleza.

¿Dónde hay manos ansiosas de contactarse con la naturaleza?

Hay personas en el mundo que rara vez tienen el privilegio de contactarse con la naturaleza: enfermos de hospital, personal médico, soldados acuartelados, astronautas, trabajadores de oficinas sin ventanas o reclusos. Todos ellos pasan un día tras otro entre cuatro paredes, y muchos ni siquiera tienen la oportunidad de mirar por una ventana y ver una pisca de verde.

Por otro lado, hoy más que nunca los biólogos, ecologistas y gestores de proyectos sostenibles, necesitan de manos disponibles para trabajar en proyectos de investigación que colaboren a hacer de este planeta un lugar mejor. Así que Nadkani vio una enorme oportunidad. ¡Cárceles!

Hoy Estados Unidos cuenta con 2,3 millones de personas tras las rejas, y una de cada cinco ha sido encarcelada por crímenes no violentos, relacionados con drogas. ¿No podrían algunas de esas personas ayudarla y a la vez transformar su experiencia de encierro?

Corrió a presentar su propuesta a la cárcel de Cedar Creek, en Washington, y fue aceptada, pues desde hace algún tiempo su superintendente estaba buscando la forma de proporcionar a sus reclusos, una experiencia más constructiva.

Musgos, ranas y compost tras las rejas

Las primeras experiencias de Nadkarni en la cárcel, las llevó a cabo con los presos que no se encontraban en confinamiento solitario y podían colaborar con ella y otros investigadores sin problemas.

Hace años que Nadkarni estaba investigando el papel del musgo nativo en los bosques del noroeste del Pacífico. Son organismos fundamentales para el ecosistema, pero que lamentablemente están siendo extraídos con fines ornamentales. Entonces su equipo comenzó a buscar formas de cultivarlo comercialmente, para así evitar su extracción abusiva. Encontró en los presos sus mejores y más entusiastas aliados, pues contaban con dos virtudes que ella necesitaba urgentemente: tiempo y atención. Les hizo clases a los internos sobre la especie y experimentó con ellos diferentes regímenes de cultivo. Fue así como este primer estímulo intelectual ayudó a que a los presos “les picara el bichito” de la ciencia, y comenzó su larga relación con Nardkani.

Luego dio un paso más allá, recomendándolos como excelentes trabajadores a un amigo de su doctorado, quien necesitaba criar en cautiverio a un tipo de anfibio amenazado por especies invasoras: la rana manchada de Oregon (Rana pretiosa). Una sección de Cedar Creek se transformó rápidamente en instalaciones de cría, los internos se organizaron en turnos y cultivaron coliflor y lechuga para alimentarlas. Fue tal su éxito, que la Asociación de Zoológicos y Acuarios reconoció a este proyecto en 2012, con un premio por el gran esfuerzo de conservación.

Y ya que todo esto estaba andando, ¿por qué no realizar compostaje con los desechos de la prisión? Si la idea era crear una cárcel sostenible, éste era un paso obligado. Un interno llamado Craig Ulrich, quien ya había llamado la atención del superintendente y de Nadkarni por su conducta colaborativa y tranquila, fue el elcargado de esta iniciativa. Él se había especializado en biología molecular en la Universidad de Washington antes de cumplir su condena, así que el proyecto lo entusiasmaba. En dos años, el científico recluso redujo los niveles de basura de Cedar Creek a la mitad y no sólo eso: escribió un artículo científico sobre el proceso, que fue publicado en la revista Environmental Development and Sustainability y, al salir, se doctoró en bioquímica en la Universidad de Nevada.

Como gran lección de estas experiencias, Nadkarni ha dicho: “Es algo asombroso que alguien te oiga, especialmente alguien que está encarcelado y se le ha dicho que no es un buen marido, que es un padre inútil o una pérdida de dinero para el Estado”. Así ella comprobó que quien ha sido considerado como inservible para la sociedad, puede comenzar de nuevo y reencontrarse con una parte de sí mismo constructiva, que enriquece a la comunidad.

La habitación azul

Pero el mayor desafío para Nadkarni no eran los presos con ganas de colaborar y que no habían cometido delitos violentos: “existen reclusos que viven con máxima seguridad y en confinamiento solitario. No podemos llevar a ellos nuestras conferencias ni proyectos de restauración ecológica como lo hacemos con los presos de celdas con seguridad mínima o media”, señala.

En 2010, un funcionario de la Institución Correccional de máxima seguridad Snake River en Ontario, Oregon, escuchó una charla de TED de Nadkarni y la invitó a hacer algo por aquellos que pasaban 23 horas al día en soledad. Y ella aceptó.

En la investigación participó un grupo de 48 presos que vivían en un inmeso edificio de concreto, con nulo contacto con la natuarelza. De cuatro a cinco veces por semana, tenían la oportunidad de estar 45 minutos en un patio de recreo haciendo ejercicio. Durante el año que duró el estudio, la mitad de ellos tuvo la oportunidad de hacer esta actividad en una sala azul, en la que miraban paralelamente escenas de naturaleza: enormes cataratas grabadas por drones, inmensos desiertos, bosques lluviosos y océanos. Los 40 videos disponibles se iban intercalando y las reacciones y conductas de los reclusos, se fueron registrando mediante entrevistas y encuestas.

Un 80% de los participantes dijeron que “el tiempo se les hizo más fácil” durante ese año, la gran mayoría también se sintió más tranquilo y reportaron emociones de calma en esas horas de visionado. Además, dijeron que la experiencia los ayudaba a mejorar sus relaciones con el personal y que el sólo recuerdo de las imágenes, los llevaba a tranquilizarse cuando se sentían muy enojados. Cuatro de los participantes dijeron que, inclusive, estaban durmiendo mejor.

Pero quizás el efecto más increíble y deseado por el personal y los investigadores, es que los presos participaron en un 26% menos de incidentes violentos. Y, de paso, el experimento ha ayudado a Snake River a ahorrar miles de dólares en costos médicos, pues los usuales altercados violentos, les significaban varias visitas del doctor.

A pesar de éxito de Nadkarni y su equipo, el estudio no ha estado exento de discusión, pues hay quienes dicen que este tipo de estímulo a los reclusos en confinamiento solitario, podría servir para justificar el castigo, que tiene efectos secundarios en la vida de los presos bastante fuertes, y que hay muchos que lo consideran excesivo.

Este mes, Nadkarni comenzará a emitir en la habitación azul nuevos videos de naturaleza, con la colaboración de National Geographic. Además, incluirá en estas experiencias material educativo que informe a los presos sobre los hábitats que están viendo. La NASA adhirió también al programa y los presos pronto tendrán acceso a videos del universo e imágenes del Hubble, pues los videos más populares entre los reclusos, son aquellos de espacios abiertos, como el desierto, los océanos y el espacio.

Este tipo de experiencias abren los ojos a la sociedad sobre métodos alternativos al clásico régimen carcelario, en donde los reclusos no solamente tengan la opción de participar en actividades, sino también de dedicar sus días a un trabajo constructivo, desarrollar una vocación y también acceder a terapias creativas que dismunuyan sus niveles de estrés.

¿Crees que el sistema de reclusión debería incluir este tipo de experiencias?

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Comentarios
El Sharif Ramires Provoste | 2017-09-25 | 10:40
3
Genial. Soluciones creativas que hacen falta.
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