El líquido corre silente por la bombilla de plata, penetrando tierra fértil de palabras y desvelos. La yerba se hincha como el pecho de un zorzal: uno, glup, dos, glap, tres, glup, se oye desde distintos lugares de la tierra. La espuma abre sus millares de ojos, escalando lentamente por la pared de loza saltada. Estalla el perfume de cedrón y entonces la primera idea da inicio a un nuevo día.

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